Por lo tanto, generalmente los Mensajeros Solitarios se utilizan para el envío y servicio en aquellas situaciones en las que sea esencial la personalidad para el cumplimiento de la asignación, y en las cuales sea deseable evitar la pérdida de tiempo que sería ocasionada por el envío de otro tipo rápidamente disponible de mensajero personal. Ellos son los únicos seres claramente personalizados que pueden sincronizar con las corrientes combinadas universales del gran universo. Su velocidad para atravesar el espacio es variable, dependiendo de una gran variedad de influencias que interfieren, pero el registro muestra que en el viaje que tenía por objeto cumplir la misión presente, mi mensajero asociado procedió a la velocidad de 1,346,169,220,000 de vuestros kilómetros por segundo de vuestro tiempo.
Está totalmente fuera de mi capacidad explicar al tipo de mente material de qué manera puede un espíritu ser una persona real y auténtica y al mismo tiempo atravesar el espacio a tales velocidades extraordinarias. Pero estos mismos Mensajeros Solitarios efectivamente vienen a Urantia y parten de ella a estas velocidades incomprensibles; en efecto la entera economía de la administración universal se hallaría desposeída de este elemento personal si esto no fuese un hecho.
Los Mensajeros Solitarios son capaces de funcionar como líneas de comunicación de urgencia en todas las regiones remotas del espacio, en los reinos no comprendidos dentro de los circuitos establecidos del gran universo. Se desprende que un mensajero, al operar así, puede transmitir un mensaje o enviar un impulso a través del espacio a otro mensajero que esté alrededor de cien años luz de distancia, según miden las distancias estelares los astrónomos de Urantia.
De las miríadas de seres que cooperan con nosotros en el manejo de los asuntos del superuniverso, ninguno es más importante en ayuda ahorradora de tiempo y asistencia práctica. En los universos del espacio debemos tener en cuenta las dificultades del tiempo; de allí el gran servicio de los Mensajeros Solitarios quienes, mediante sus prerrogativas personales de comunicación, son en cierto modo independientes del espacio y, por virtud de su extraordinaria velocidad de tránsito, son casi independientes del tiempo.
No puedo explicar a los mortales de Urantia de qué manera los Mensajeros Solitarios pueden ser sin forma y sin embargo poseer personalidades reales y claramente definidas. Aunque no tengan esa forma que naturalmente se asocia con la personalidad, poseen una presencia espiritual que es discernible por parte de todos los tipos más elevados de los seres espirituales. Los Mensajeros Solitarios son la única clase de seres que parecen poseer casi todas las ventajas de un espíritu sin forma, combinadas con todas las prerrogativas de una personalidad plena. Son personas auténticas, sin embargo están dotadas de casi todos los atributos de una impersonal manifestación de espíritu.
En los siete superuniversos, generalmente (pero no siempre) todo lo que tiende a aumentar la liberación de una criatura de las dificultades del tiempo y del espacio, disminuye proporcionalmente las prerrogativas de personalidad. Los Mensajeros Solitarios son una excepción a esta ley general. En sus actividades no están, de manera ninguna, restringidos en la utilización de todas las avenidas ilimitadas de expresión espiritual, servicio divino, ministerio personal, y comunicación cósmica. Si pudierais ver a estos seres extraordinarios a la luz de mi experiencia en la administración universal, podríais comprender cuán difícil sería coordinar los asuntos del superuniverso si no fuese por su versátil cooperación.
Aunque el
universo se expanda mucho más, probablemente no se crearán más Mensajeros
Solitarios. A medida que crecen los universos, el mayor trabajo de
administración deberá recaer cada vez más sobre otros tipos de ministros
espirituales y sobre aquellos seres que se originan en estas nuevas creaciones,
tales como las criaturas de los Hijos Soberanos y los Espíritus Maternos de los
universos locales.
Fundación Urantia, “El libro de Urantia”, p. 287 – 288.
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