En México, además, hemos tenido otros casos de asesinos en serie que forman ya parte del folklore nacional: en el siglo XIX, fue famosa la amenazante presencia de Francisco Guerrero, “el Chalequero”, que descargó su furia sobre más de 20 prostitutas; también, Ángel Maturino Reséndiz, “el Asesino de las Vías” (así llamado porque cometía la mayor parte de sus crímenes cerca de las vías del tren), y los tristemente famosos “Narcosatánicos” de Tamaulipas, liderados por Adolfo de Jesús Constanzo, quienes asesinaban en supuestas misas negras a decenas de víctimas y les arrancaban el cerebro y el corazón.
Ya entrados en el siglo XXI, quedan dos casos más: el de Juana Barraza Samperio, “la Mataviejitas” (quien por mucho tiempo tuvo en jaque a las autoridades capitalinas), que asesinaba ancianas para robarles, luego de haberse ganado su confianza haciéndose pasar por trabajadora social; y el de José Luis Calva Zepeda, “el Poeta Caníbal” o “el Caníbal de la Guerrero”, quien seducía a sus parejas sentimentales (asesinó al menos a tres de ellas), para luego comer sus restos; fue encarcelado y supuestamente se suicidó en prisión.
Revista Algarabía No.88, ‘Asesinos Seriales, Ed. Otras Inquisiciones, p. 79.
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