Acapulco ha sido escenario de sucesos muy importantes para la historia de México. En 1743, el corsario inglés Jorge Anson atacó el galeón de la Covadonga. En 1792, partieron de ahí las naves de Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, quien marcó los límites del Imperio Español en la línea de los 40°.
El 1° de Marzo de 1854 se proclamó en Ayutla, Guerrero, el plan que desató la guerra contra la última etapa dictatorial del General Antonio López de Santa Anna; el día 11 del mismo mes la guarnición de Acapulco se adhirió al movimiento y dejó en manos de Ignacio Comonfort la gubernatura del puerto y la jefatura provisional de las Fuerzas Armadas. Comonfort hizo varios cambios al plan de Ayutla en Acapulco, como utilizar la expresión “instituciones liberales” en lugar de “instituciones republicanas”.
Ya en el siglo XX, en 1927, el presidente Plutarco Elías Calles ordenó dinamitar el último obstáculo que había para construir la carretera México – Acapulco. En 1928 se creó una pista de aterrizaje, y en 1929 se inauguró el transporte aéreo de pasajeros; con estos hechos se refrenda la importancia del Puerto en las comunicaciones (en tiempos coloniales, la nao de China navegaba anualmente entre Acapulco y Manila, Filipinas, para llevar al Oriente plata y traer porcelana, hierro, seda y especias).
Es un centro de veraneo famoso en todo el mundo, pues disfruta todo el año de un clima soleado, con temperaturas que oscilan alrededor de los 27 °C; además, cuenta con hermosas playas arenosas a lo largo de 18 km de su costa. Numerosos hoteles de lujo recortan su silueta contra el fondo majestuoso de altas montañas y de ondulantes cocoteros. Cada día se ofrece un espectáculo turístico en La Quebrada, sitio en el que los clavadistas emocionan a los visitantes lanzándose al mar desde una altura de 45 m, incluso poniendo en peligro sus vidas.
Además de estar comunicado por mar, Acapulco tiene un aeropuerto
internacional y está unido por carretera con la ciudad de México.
Reader’s Digest – Diccionario ilustrado de nuestro mundo, Ed. Reader’s Digest, p. 11
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