Estos dos ejemplos ilustran bien cuales han sido los medios imaginados para asegurar las fuentes de ingresos para los JJOO. Con la importancia creciente de los Juegos en el transcurso del siglo XX, se han generado otro tipo de ingresos. La mayor parte de estos proviene de los derechos pagados por las cadenas de televisión para la difusión de los Juegos.
Desde los años 80, el COI ha puesto en marcha una política de marketing que permite establecer patrocinadores con sociedades multinacionales. Adquiriendo el derecho a utilizar el símbolo olímpico, estas sociedades aportan no solo mantenimiento financiero, sino también colaboraciones muy necesarias en el momento de la organización de los Juegos (tecnología, materiales, etc.).
Los objetos derivados de los Juegos, vendidos como “souvenir”, son múltiples. Dentro de esta categoría, la llegada de las mascotas añade un triunfo suplementario. Además de los fondos recogidos con motivo de su venta o gracias a la puesta en el mercado de cualquier otro artículo con su imagen, las mascotas contribuyen a la identidad visual de los JJOO. Como auténtica herramienta de comunicación, estos seres inspirados en animales o personas, reales o imaginarios, permiten establecer un nexo simpático entre la ciudad organizadora de los Juegos y el público.
La primera mascota oficial aparece en los Juegos de 1972 en Múnich. En la
historia de las mascotas, sin duda es la de los Juegos Olímpicos de 1992 en
Barcelona la que protagoniza el mayor acontecimiento comercial y suscita el
entusiasmo del conjunto de la población. El pequeño perro Cobi, diseñado por Javier
Mariscal, ha sido reproducido en diversas formas y muy diferentes materiales.
Su versatilidad y adaptación a las situaciones más dispares explica su extraordinario
éxito.
Comité Olímpico Internacional, ¿Qué sabes de los Juegos Olímpicos?, p. 26 – 27.
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