Miles de años después, cuando los grandes animales se habían extinguido, los primeros habitantes de Santa Isabel Ixtapan y Tepexpan se dedicaron a recolectar plantas, frutos y semillas, como calabaza, chayote, chile, amaranto, maíz, aguacate y frijol. También cazaban animales, entre ellos, conejos, tuzas y venados.
Los hombres y mujeres de esos grupos idearon mejores armas de cacería y crearon recipientes de distintos tipos de piedras para moler las plantas, frutos y semillas que recogían. Sus instrumentos fueron los primeros metales y molcajetes que se han encontrado en las excavaciones de la entidad.
Por mucho tiempo los grupos humanos caminaron en busca de mejores frutos, hasta que descubrieron sus secretos: aprendieron a cultivar las plantas y su vida cambió. El cuidado de las siembras de maíz, frijol, calabaza, algodón y chile les permitió fundar aldeas, como las de Chicoloapan.
Una vez establecidos en aldeas pudieron inventar mejores instrumentos de trabajo, habitaciones más cómodas, formas de mediar el tiempo con base en las épocas de siembra y cosecha, así como organizarse para producir los alimentos que necesitaban.
Algunos grupos de olmecas que llegaron a las ricas y fértiles zonas de Tlatilco, Zohapilco y Tlapacoya se dedicaron a la agricultura y fundaron las primeras aldeas del lugar, que no contaban con más de veinte chozas.
Al principio aprovechaban el agua de la lluvia, los lagos y los ríos para sus siembras, pero con el paso del tiempo aprendieron a utilizar el agua para regar sus cultivos. Los olmecas construyeron represas y sembraron en los montes, en forma de terrazas o escalones anchos, para detener la tierra. Estas técnicas les permitieron cultivar nuevas especies de plantas que se reproducían con mayor rapidez, Así fue como las aldeas empezaron a intercambiar productos agrícolas y conocimientos sobre la tierra, el trabajo y la naturaleza.
Generación 2014. La entidad donde vivo. México, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 66 – 67.
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