Unos años después, en 1891, el secretario del St. Andrew’s, Alex Lamont (también escocés) y W.H. Mc Intoch, otro de los profesores (obviamente, también escocés), estuvieron entre los fundadores de una efímera liga (duró apenas un año), The Argentine Association Football League, la primera fundada fuera de las Islas Británicas. En la liga jugaron cinco equipos: Old Caledonians (escoceses: Caledonia es el viejo nombre en latín de Escocia), Buenos Aires and Rosario Railways, Buenos Aires Football Club, Belgrano Football Club y el St. Andrew’s Scotch Athletic Club, siendo este uno de los dos campeones: sus jugadores eran todos escoceses, entre ellos su capitán, William Waters. Old Caledonians compartió el título, como buenos escoceses.
Watson Hutton, que se fue del St. Andrew’s principalmente por su defensa del deporte como parte del currículo escolar, impulsó el futbol en su nueva escuela, y nuevamente con Lamont (es decir, dos escoceses) fundaron, el 21 de febrero de 1893, sobre los restos de la vieja, una nueva Argentine Association Football League. A la nueva Liga se incorporó el Quilmes Rovers Club, fundado en 1887 por el reverendo Joseph T. Stevenson, un presbiteriano descendiente de escoceses y en cuyo equipo jugaban los escoceses Alex Lamont, L.C. Penman, R. Muir y D. Moffat. La escuela de Watson Hutton, que a partir de 1901 jugó en la Liga con el nombre de Alumni, incorporó a los siete hermanos Brown, todos ellos convertidos en jugadores de futbol en la escuela: Jorge Gibson, Ernesto, Eliseo, Alfredo, Carlos Carr, Tomás y Diego Hope Brown. El abuelo, James Brown, había migrado de Escocia a Buenos Aires en 1825.
No hay un solo inglés en la fundación del futbol argentino. Sí lo hay en Uruguay: el padre fundador es William Leslie Poole, un inglés graduado en Cambridge y profesor del English High School de Montevideo desde 1885. Ya había habido un partido documentado en junio de 1881, entre el Montevideo Cricket Club y el Uruguayan Montevideo Rowing Club, y otro, más supuesto que documentado, en 1878, con participación de marineros británicos. Poole impulsó el futbol en la escuela, aunque también practicó remo, cricket y rugby (recordemos que esos dos primeros clubes uruguayos habían sido fundados, en 1861 y 1874, respectivamente, bajo la advocación del cricket y el remo). En 1901, Poole sería segundo presidente (el primero fue Pedro Charter) de la primera asociación, por entonces The Uruguay Association Football League, que había sido fundada el 30 de marzo de 1900. Pero el decisivo impulsor del futbol uruguayo fue Henry Candid Lichtenberger Levins, alumno de Poole, fundador del primer club específicamente futbolero, el Albion Football Club, en 1891, e inventor de la primera liga y la primera asociación. Lichtenberger era uruguayo, aunque hijo de alsaciano (alguna fuente dice inglés, otra afirma alemán, una tercera brasileño) e inglesa, y el Albion, contrariamente a lo que su nombre indica, se fundó como club estrictamente criollo (Albion fue el nombre primitivo, supuestamente celta, de la isla de Gran Bretaña). La presencia de los nativos parece haber sido mucho más poderosa que en Buenos Aires: no sólo por el dato de la fundación del Albion como equipo criollo, sino también porque ya en 1901 se funda el Football Club Nacional, con jugadores desprendidos de los primeros clubes y que afirmaban, en el nombre, una elección nativista. Pero además, entre los clubes fundadores de la primera asociación de 1900, está el Deutscher Fussball Club, insospechado de inglesidad. No se sabe nada sobre los balones.
Por las dudas, para reponer la presencia escocesa en ambas márgenes del Río de la Plata, está la figura de Thomas Lipton, magnate del té y nativo de Glasgow (su familia era vecina de la de Watson Hutton), quien a partir de 1905 auspició la Copa que lleva su nombre, para ser disputada entre los equipos nacionales argentinos y uruguayos. Si Argentina-Uruguay es el segundo clásico internacional más antiguo, detrás del Inglaterra-Escocia, que se juega desde 1872, se debe a la idea de un escocés.
La extensión de Brasil permite que la fundación del futbol sea un hecho disputado geográficamente. Hay versiones diversas, hay documentación variada, hay varias leyendas. Se dice, pero no se documenta, que los marineros del vapor Crimea jugaron un partido enfrente de la residencia de la princesa Isabel en Río de Janeiro, en 1878 o 1879. También se afirma que los padres jesuitas del colegio São Luís, en Itú, en la periferia paulista, difundían el futbol entre sus alumnos en los años ochenta del siglo XIX (la historia de Andreas Campomar sitúa el colegio en el interior carioca, donde no está Itú, y fecha esa práctica a 1872). Los primeros juegos documentados parecen haber sido en 1895, en São Paulo, y en 1901, en Rio. Lo cierto es que la leyenda de los balones se reparte: la primera mención aparece con Charles William Miller, que llega a São Paulo en 1894 trayendo en sus maletas un libro con las Reglas de Cambridge, dos pelotas (duas bolas), una bomba de aire para inflarlas, un par de botines (las primeras chuteiras), una camiseta del Banister Court School, de Hampshire, y otra del Saint Mary’s Football Club, de Southampton, los clubes donde había jugado entre 1884 y 1894, en los 10 años que pasó como estudiante en Inglaterra. Miller había participado, entonces, en el crecimiento del futbol inglés, en el momento de su popularización. Pero Miller, claro, no era inglés, sino brasileño, hijo de escocés y brasileña (a su vez, de familia inglesa), enviado a estudiar a la madre patria como su tradición familiar lo exigía.
Distinto es el caso del fundador del futbol carioca, Oscar Cox; distinto porque, aunque también brasileño, sus años de estudiante los pasa en Lausana, estudiando en el Collège de la Ville, de donde regresa en 1897. A ellos se les suma Hans Nobling, alemán nacido y educado en Hamburgo, que migra a São Paulo y funda el Sport Club Germânia en 1899. En Rio Grande do Sul, en la ciudad de Rio Grande, el alemán Johannes Christian Moritz Minnemann (según otros, Johannes Minerman, junto a un tal Richard Woelckers), en 1900, funda el Sport Club Rio Grande. El brasileño José Ferreira Filho, o Zuza Ferreira, que regresa a Salvador desde Inglaterra, en 1901, con la pelota en la maleta, es el primer bahiano. El nativo pernambucano Guilherme de Aquino Fonseca llega a Recife en 1903 después de haber estudiado en la inglesa Hooton Law School y funda el Sport Club Recife. El también brasileño Víctor Serpa estudia en Suiza antes de llegar a Belo Horizonte, en 1904, para organizar el futbol mineiro. Otro brasileño, Joaquim Moreira Alves dos Santos, conocido como Nhozinho, vuelve en 1907 desde Liverpool a su São Luís de Maranhão. El paradójicamente argentino Federico Fernando Essenfelder, también conocido como Fritz (lo que supone su origen alemán), es el que lleva la pelota a Curitiba en 1909 y funda el Clube Coritiba, aunque lo llama Teuto-Brasileiro.
Pero no podía faltar un escocés, Thomas Donohoe, técnico de la empresa Platt Brothers and Co., de Southampton, al que se envía en 1894 para colaborar con la fundación de la fábrica textil de Bangu, en la periferia carioca. Donohoe trae una pelota consigo y organiza un juego en mayo de 1894, presumiblemente (según la versión del Bangu Atlético Clube) cuatro meses antes que Miller.
El futbol brasileño es, entonces, un invento brasileño, con toques suizos, alemanes y escoceses.
En Chile, en cambio, tenemos un problema: el fundador tiene nombre y apellido, es un periodista británico llamado David N. Scott, radicado en Valparaíso, donde funda el Valparaíso Football Club en 1892, aunque sus andanzas se rastrean hasta 1889. Todas las fuentes hablan del inglés Scott, pero se llamaba, insisto, Scott, es decir, escocés, en español.
En Perú aparecen nuevamente los marineros: son los del buque inglés Anfion, que juegan en 1899 el primer partido internacional de la historia peruana contra un combinado del Unión Cricket y el Lima Cricket, el cual (cuenta la leyenda) ganaron los peruanos. Poco tiempo después, son los marinos del buque Líder los que juegan contra el Unión Cricket, y vencen 5 a 0; esto supone la preexistencia de dos clubes. El Lima Cricket Club fue fundado en 1857 por miembros de la colonia británica; en 1885 se fusionó con el Lima Lawn Tennis Club, originando el Lima Cricket and Tennis Club. En 1906 se transformó en el Lima Cricket & Football Club, uno de los clubes fundadores de la Liga peruana. El Unión Cricket & Tennis Club se fundó en 1893, pero en este caso se trata de la aristocracia limeña, sin apellidos anglos. El historiador Jorge Basadre le pone fecha al primer juego: el domingo 7 de agosto de 1892, y sostiene que se trató de dos equipos que combinaban ingleses y peruanos, que representaban a Lima y al puerto de El Callao.
Pero como siempre hace falta un prócer, éste habría sido Alexander o Alejandro Garland, hijo de británico, peruano, estudiante en Gran Bretaña, que trajo la pelota en su equipaje antes de la Guerra del Pacífico de 1879. La guerra, lamentablemente, postergó el nacimiento del futbol peruano.
En Paraguay, en cambio, no hay mayores dudas: el fundador es un holandés, Friedrich Wilhelm Paats Hantelmann, nativo de Rotterdam, que migra por razones médicas y llega a Asunción en 1894, previo paso por Buenos Aires, donde parece que no encontró cura, pero sí balones de futbol, que llevó a Paraguay (aunque el historiador Julio César Maldonado sostiene que los balones los lleva un paraguayo, Lucio Sila Godoy). Como instructor de educación física, diseminó la buena nueva del futbol entre los alumnos de la Escuela Normal de Maestros; se le adjudica la organización del primer juego, el 23 de noviembre de 1901, y la fundación del primer club, el Olimpia, el 25 de julio de 1902. Por si todo esto fuera poco, también participó de la fundación de la primera Liga, en 1906, la que presidió entre 1909 y 1910. Una leyenda alternativa habla de partidos entre obreros de la empresa que construía el ferrocarril, en Borja, pero no está documentada. La leyenda del holandés errante, sin duda, es mucho más atractiva.
En Colombia, como en Brasil, los relatos son variados y dependen de la región: las costas, las sierras. En Cali habría sido un francés, Paul de Leon, hermano marista, en 1898. En Barranquilla, los empleados de The Colombia Railway Company en 1900. En Pasto, un comerciante inglés, Leslie Spain, en 1909. En Medellín, dos suizos, Juan Henizeger (en realidad, hijo de suizos, pero nacido en Medellín) y Jorge Herzig, fundaron el primer club, el Sporting, en 1912. En Santa Marta, hay versiones de un juego en 1909 entre empleados de la compañía bananera United Fruit. En Cúcuta, dos extranjeros, pero latinoamericanos (el dominicano David Maduro y el venezolano Federico Williams) fundan en 1913 el Club Deportivista.
Pero todas las fuentes apuntan sus índices al fundador indiscutido del futbol colombiano: el coronel estadounidense Henry Rowan Lemly, héroe de la guerra contra los nativos norteamericanos (su tumba está en el cementerio de Arlington) y director contratado de la Escuela de Ingeniería Civil y Militar en Bogotá, que impulsa los deportes en la escuela hacia 1891, entre ellos el futbol, organizando un juego en junio de 1892 al que habría asistido el presidente Miguel Antonio Caro (aunque las relaciones entre la política latinoamericana y el futbol tienen infinitos pliegues, éste sería el primero). La fuente es un artículo del 21 de julio de 1892 en el diario bogotano El Telegrama, en el que se transcribe el reglamento del futbol propuesto por el coronel norteamericano. De todas las historias, es la única en la que aparece un habitante del país del beisbol.
En Bolivia es un nativo quien lleva el balón de Chile a Oruro gracias al ferrocarril que unía esta ciudad con Antofagasta: Leoncio Zuaznabar, fundador del Oruro Royal Football Club en 1896. En Ecuador son los hermanos Juan Alfredo y Roberto Wright, que traen la pelota desde Gran Bretaña, donde habían estudiado, y fundan el Sport Club en Guayaquil, en 1899. En Venezuela es un galés (al fin), A.W. Simpson, un maestro que organiza el primer juego en un muy temprano 1876, en los campamentos mineros de El Callao. En todo el resto de América Latina es más difícil identificar un único pionero, salvo en Honduras, donde se llama Julio Luis Ustáriz, hijo de inmigrantes franceses a quien unos connacionales, llegados en un barco de esa bandera, le regalaron un balón en 1896 (aunque hay que esperar a 1906 y la aparición del guatemalteco Miguel Ángel Saravia, contratado por el gobierno hondureño para enseñar en la Escuela Normal de Varones de Tegucigalpa, para la real fundación del futbol hondureño). En México se repite el fenómeno del Cono Sur de las fundaciones simultáneas: ingenieros ingleses y escoceses de la Pachuca Mining Co. hacia 1880; ingleses como Percy Clifford y Robert Blackmore en la Ciudad de México, alrededor de 1902 (cuando se juega el primer torneo, de cuatro equipos; Blackmore habría sido el proveedor de los balones); el escocés Duncan Macomish, que funda el Orizaba Athletic Club en dicha ciudad, en Veracruz, en 1898 (aunque primero lo llamó Fibras Duras del Yute, un nombre maravilloso).
Pero México tiene una originalidad irrepetible: el
fundador del futbol tapatío fue un belga, Edgar Everaert, que fundó el Union Football
Club de Guadalajara en 1906 (junto al francés Calixto Gas). El Union devino
Guadalajara Football Club en 1908 y luego, en 1923, Club Deportivo Guadalajara.
El equipo que más orgullosamente reivindica su identidad mexicana es obra de un
belga.
Pablo Alabarces, “Historia mínima del futbol en América Latina”, Ed. El Colegio de México & Turner, p. 42 – 49.
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