Mi educación religiosa había sido presbiteriana y aunque algunos de sus dogmas, tales como los mandamientos de Dios, el de que hay elegidos y réprobos, etc., me parecían incomprensibles y otros dudosos, y no me dejaba ver casi nunca en los cultos públicos dominicales de la secta, porque dedicaba ese día libre a leer, siempre tuve ciertos principios religiosos (...), para mí, los principios básicos de toda religión, y como se encontraban en todos los credos religiosos de nuestro país, yo los respetaba, pero no a todos lo mismo, porque me daba cuenta de que estaban mezclados con otras normas que no inspiraban, promovían o reforzaban moralidad alguna, ya que sólo servían para dividirnos y enemistarnos unos con otros (...) Como a nuestra provincia llegaba cada vez más gente y no cesaban de necesitarse y erigirse iglesias y lugares de culto por colecta, nunca me negué a contribuir con mi óbolo, sin fijarme de qué secta se trataba.
A pesar de que rara vez asistía a cultos públicos, yo no dejaba de admitir su utilidad cuando se hacían con propiedad y nunca dejé de pagar mi contribución para sostener al único ministro presbiteriano que teníamos en Filadelfia... (pero sus servicios) me resultaban excesivamente áridos, faltos de interés y poco edificantes al no inculcar principio moral alguno, pues parecía que se orientaban más a hacernos presbiterianos que buenos ciudadanos.
Concebí el osado proyecto de llegar a la perfección
moral (...)
1º Templanza: No comer hasta sentirse torpe. No beber hasta achisparse.
2º Silencio: Hablar sólo cuando favorezca a los demás o a uno mismo. Evitar conversaciones baladíes.
3º Orden: Cada cosa en su sitio. Que cada parte de nuestros negocios tenga su tiempo de hacerse.
4º Decisión (...)
5º Frugalidad: No gastar sino lo que beneficie a los demás o a nosotros, es decir, no desperdiciar nada.
6º Laboriosidad.
7º Sinceridad.
8º Justicia (...)
12º Castidad: Usar pocas veces del sexo como no sea por razones de salud o para perpetuar la especie y nunca hasta el extremo de que produzca debilitamiento físico o mental o menoscabo de la tranquilidad o el buen nombre de uno mismo o de los demás.
13º Humildad: Imitar a Jesucristo y a Sócrates.
Las palabras de Franklin se pueden relacionar con el hecho de que el protestantismo evolucionó hasta convertirse en un moralismo, debilitando la importancia de las dimensiones doctrinal y litúrgica de la religión; para Franklin, lo importante de la religión es su contribución a la moral y al orden público. Franklin, por otra parte, fue miembro de la masonería. Los presbiterianos eran una de las sectas puritanas; habían predominado en Escocia, a diferencia de los congregacionalistas, que se habían extendido sobre todo por Inglaterra.
Fuente:
Franklin, Autobiografía y otros escritos, p. 167 – 171
Jesús M. Sáez, “Historia de Estados Unidos”, p. 6 – 7.
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