Los niños de las ciudades
conocen bien el mar,
mas no la tierra.
La niña que no había visto
nunca una vaca,
se la encontró en el prado
y le gustó.
La vaca no sonreía
—está contra sus costumbres—.
La niña se le acercó, pasos menudos,
como a una fuente materna
de leche y miel y cebada.
La vaca a su vez,
rumiando dulce pastura,
miró a la pequeña triste,
como a un becerro perdido,
y la saludó contenta:
la cola en alta alegría,
látigo amable
que festejaban las moscas.
Español. Lecturas. 6° Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 86.
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