En un carro de primera, viajan en el tren una señora, una señorita y un señor. El tren acaba de llegar a la estación.
Señor:
—Con permiso de ustedes, voy a bajar un momento.
Señora:
—Mire usted si el tren para bastante tiempo.
Señor:
—Creo que sí, porque le van a poner agua a la máquina.
Una voz:
—¡Dos minutos! ¡El tren para dos minutos, señores!
Otra voz:
—¡Galletas de canela, galletas de canela!
Señorita:
—Mamá, voy a comprar galletas.
Señora:
—Déjate de galletas, ya sabes que cuando está uno de viaje hay que tener
cuidado con lo que se come. ¿Ves cómo he hecho muy bien en cambiar de carro? ¡Qué
señor más decente nos tocó de compañero! Yo tengo idea de haberlo visto en San
Luis con una señora gordita, rechonchita ella. Tú debes acordarte, una vez que
fuimos al cine. Acuérdate: estaban delante de nosotras y ella no te dejaba ver
bien la película. La señora lloró mucho en las escenas tristes, y en las
alegres también. ¿Te acuerdas?
Señorita:
—No, no me acuerdo, mamá.
Señora:
—¡Qué mala memoria tienes! En cambio yo con una vez que vea a una persona
no se me despinta su cara, ni su figura ni nada.
Voces:
—¡Señores pasajeros, al tren! ¡Vááámonoos!
Señora:
—¡Ay, ya están llamando, y el señor no viene! No vaya a dejarlo el tren.
Asómate, hija. ¿Lo ves?
Señorita:
—No.
Señora:
—¡Falta un señor; falta un señor! ¡Que no se vaya el tren todavía, porque
lo deja! ¡Qué barbaridad! ¿Adónde iría?
Señorita:
—Creo que no habrá cambiado de carro, porque aquí está su equipaje.
Señora:
—Eso sería lo de menos, porque podríamos echárselo por la ventanilla. ¿En
dónde se habrá metido? ¿No oiría que sólo dos minutos se iba a parar el tren?
¡Vamos a echarle su equipaje; ayúdame, hija!
Señorita:
—¡Pobre señor! Por lo menos se quedará con su equipaje. ¡Ahora! ¡Cógelo
dé aquí, mamá! ¡Allá va!
Señora: (al empleado del tren)
—¡Es el equipaje de un señor que se ha quedado abajo! Alguien allá se lo entregará cuando aparezca. ¡Pero qué señor tan descuidado! Debiera saber que el tren a nadie espera. ¡Cómo se pondrá su familia cuando vea que el señor no llega ¡Jesús mil veces, no quiero ni pensarlo! Yo lo siento porque con él íbamos bien acompañadas, y porque tenía una conversación tan agradable; se veía luego que era una persona educada.
(El tren llega a otra estación. En la puerta del carro aparece el pasajero)
Señora:
—¿Eh?
Señorita:
—¡Ah!
Señora:
—¿Está usted aquí?
Señor:
—Sí, iba en el furgón de la cola.
Señora:
—Pero . . . pero . . . ¿No lo había dejado el tren?
Señor:
—¿Qué pasó con mi equipaje? ¿Dónde está?
Señora:
—Usted perdone, señor; nosotras creímos que lo había dejado el tren, y por hacerle un favor. . .
Señor:
—¿Qué?
Señorita:
—Lo hemos tirado por la ventanilla.
Señor:
—¿Y quién se lo mandó? ¿Por qué…?
Señora:
— ¡Nosotras, con la mejor intención…!
Señorita:
—¡Si lo hubiéramos sabido...!
Señor:
—¿Y ahora qué hago? ¡Tenían que hacer ustedes alguna atrocidad, ya lo estaba sospechando!
Señora:
—¡Pero mire usted cómo está tomando el asunto!
Señor:
—¿Pues cómo había de tomarlo? A ver, ¿cómo?
Señorita:
—Si al menos hubiera dicho adónde iba usted.
Señor:
—¡Están locas! ¡Cómo les iba a decir, punto por punto, adonde iba y lo que tenía que hacer!
Señora:
—Oiga, usted no tiene derecho a decirme loca, y a mi hija mucho menos. Y yo que lo creía gente con educación, cuando no la conoce ni por los forros. ¡Cómo se equivoca uno!
Señor:
—Pero usted sí la conoce, por lo visto.
Señora:
—Me está usted faltando al respeto, y eso sí que no lo soporto.
Señorita:
—¡Mamá, mamá, cálmate!
Una voz:
—¡Señores viajeros, al tren! ¡Señores viajeros, al tren!
Señora:
—Cuando lleguemos a la otra estación, verá usted quién soy yo.
Señor:
—Haga lo que quiera, ¿pero dónde está mi equipaje? ¿Dónde me lo dejarían? Usted tiene que dármelo.
Señora:
—¿Yo? Vaya usted a recogerlo a la estación que dejamos, si se lo han recogido para cuando usted vaya a reclamarlo, y…
Señorita:
—¡Mamá, mamá, señor, cálmense ya, por favor! (Y sigue la disputa…)
Español. Lecturas. 6° Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 55 – 57.
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