Esa misma noche, Mahoma tuvo un delirio, una revelación o una pesadilla, por lo que se levantó a medianoche y llamó a un esclavo, ordenándole que lo acompañara al cementerio público de Medina, pues los muertos ahí enterrados se le habían aparecido, suplicándole que fuera a rezar por ellos. Cuando llegó al cementerio, se dirigió a los muertos con engolada voz, como lo hacía en sus prédicas:
Alégrense,
ustedes que habitan los sepulcros, pues la mañana será para ustedes más
pacífica que para los vivos. La situación de ustedes es más feliz que la de
ellos, pues a ustedes los ha liberado Dios de las tormentas que a ellos
amenazan y que se producirán en cadena, como las horas de una noche
desesperada, cada una más oscura que la anterior.
Después se
postró y rezó por los muertos, y al incorporarse dijo a su esclavo:
— Se me ha dado la posibilidad de permanecer en este mundo hasta el fin de los tiempos, disfrutando de todos los placeres, o volver a la presencia de Dios... yo he elegido esto último.
A partir
de entonces, su enfermedad avanzó rápidamente; a los pocos días pidió que lo
llevaran a la mezquita; después de orar subió con dificultad al pulpito y se
dirigió a los fieles diciendo:
— Si alguno de ustedes tiene algo que le pese sobre la conciencia, que lo diga públicamente, para que yo pueda pedir perdón a Alá en su nombre.
Entonces
un hombre declaró que él se había hecho pasar por musulmán sin serlo, pero
ahora estaba arrepentido y suplicaba perdón por su pecado.
— Mejor es confesar las vergüenzas en este mundo que sufrir en el otro -le dijo Mahoma, y levantó los ojos al cielo para interceder por el pecador-. ¡Oh Alá!, dale rectitud y fe para que supere todas sus debilidades y pueda cumplir tus mandamientos como lo indique su conciencia.
De nuevo
se dirigió a los fieles diciendo:
— Si hay alguien aquí a quien yo haya golpeado, aquí está mi espada para que me golpee en justo castigo. Si hay alguien a quien yo haya calumniado, que venga a reprochármelo. Si a uno le quité algo injustamente, que se acerque a mí para compensarlo.
Entonces un hombre se levantó y dijo que Mahoma le debía tres dinares de plata, inmediatamente el Profeta pagó su deuda con intereses.
Después rezó por los caídos en las batallas y exhortó a los fieles a ser solidarios con los aliados, protegiéndolos en todo momento. Finalmente dio tres lineamientos de despedida:
Primero: Expulsar de los territorios árabes a todos los idólatras.
Segundo: Conceder plenos derechos a los que se conviertan.
Tercero: Practicar fervientemente la oración.
Cuando concluyó su sermón, lo llevaron completamente agotado a casa de Aixa, su favorita, donde perdió el conocimiento.
Seguía muy grave cuando llegó el viernes, el día sagrado para el Islam; entonces Mahoma pidió que lo llevaran a la mezquita, pero al intentar levantarse cayó desmayado; al recuperarse pidió a Abu Bakr que presidiera la ceremonia en su lugar y que dijera las oraciones; pero la presencia de Abu Bakr causó una gran conmoción entre los fieles, quienes esperaban a Mahoma, por lo que de inmediato corrió el rumor de que el Profeta había muerto. Enterado de esta alarma entre los fieles, Mahoma hizo un esfuerzo para llegar al templo y pidió que Abu Bakr siguiera con las oraciones; después se dirigió a la asamblea diciendo:
He oído
que el rumor de la muerte de su profeta los ha llenado de consternación; pero,
¿acaso alguno de los profetas anteriores a mí ha vivido eternamente?... ¿Por
qué creen ustedes que yo no los abandonaré nunca? Todo ocurre conforme a la
voluntad de Dios y en el momento previsto; nadie lo puede adelantar ni retrasar.
Yo vuelvo al que me envió; mi último mandato es que ustedes permanezcan unidos,
que se amen, que se respeten y defiendan mutuamente, que perseveren en la
práctica de la fe y de las buenas obras, pues sólo éstas constituyen la
prosperidad del hombre; todo lo demás lo lleva a la destrucción.
Yo solamente voy por delante de ustedes en el camino y pronto me irán siguiendo. La muerte nos llega a todos y nadie debe intentar alejarla de mi lado. Mi vida se ha ordenado en torno al bien de ustedes, y lo mismo será con mi muerte.
Estas
fueron las últimas palabras públicas de Mahoma. Fue llevado de regreso a casa
de Aixa y su enfermedad se agravó por varios días, hasta que de pronto pareció
recuperarse como por milagro; pero eso fue solamente un espejismo de la vida,
porque a las pocas horas el Profeta dejó de existir.
Los Grandes – Mahoma, Editorial Tomo, p. 147 – 150.
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