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Mahoma. Expedición contra Siria

Por medio de la prédica y la espada, Mahoma había llegado a convertirse en el dictador de todos los territorios árabes y el Islam era ahora una ideología incuestionable, pues daba coherencia y sentido a una nueva sociedad, pues los árabes eran ya una nación que tenía un dios, un sistema político, un libro, y un profeta.

Mahoma consideró que había llegado el momento de extender su dominio más allá de las tierras áridas y llevar su estandarte hasta los campos generosos y las ricas ciudades de Siria, que él había conocido bien en sus tiempos de comerciante; así que comenzó a organizar los elementos y reunir sus fuerzas para emprender esta magna empresa, lo que fue advertido por Heraclio, el emperador romano de oriente, quien también puso en movimiento sus fuerzas para repeler un eventual ataque de los árabes. 

El posible enfrentamiento con los ejércitos de Roma imperial era algo que llenaba de inquietud a los guerreros árabes, pues ellos sabían ser valientes y fieros unos contra otros, pero el sólo pensar en la lucha contra extranjeros los hacía temblar; además de que estaban en pleno verano, era el tiempo de la cosecha de dátiles y las tierras eran abrasadas por el sol. 

Aquellos inconvenientes generaban una fuerte oposición a la empresa; en estas circunstancias, Mahoma recurrió a la revelación y redactó un opúsculo para el Corán que decía: 

Los cobardes que retroceden no quieren consagrarse al servicio de Dios, pretextando el calor del verano, habrá que decirles que el fuego del infierno es más caliente todavía. Pueden disfrutar de la seguridad del momento, pero en el futuro serán condenados a llorar sin cesar. 

La propuesta de esta expedición como una verdadera cruzada religiosa fue generando un gran entusiasmo entre los generales más allegados al Profeta, quienes donaron muchos de sus bienes personales, algunos hasta quedarse sin nada, para colaborar en el financiamiento de la campaña. Este ejemplo causó un gran impacto social y ya nadie se atrevió a cuestionar la validez del proyecto, y finalmente se reunió una fuerza muy importante, compuesta por diez mil jinetes y veinte mil soldados de a pie, quienes se pusieron en marcha en medio de un agobiante calor. La marcha era tan penosa que al pasar cerca de la cuidad de Medina, prácticamente todos los que eran originarios de ahí desertaron y se escondieron en los montes para regresar a sus hogares cuando el ejército hubiese desaparecido; en los días siguientes se produjeron más deserciones, por lo que al llegar a las tierras limítrofes con las posesiones romanas el ejército estaba ya considerablemente disminuido. 

La situación era desesperada, pero el Profeta no cesaba de orar y parece que sus palabras fueron escuchadas por Alá, pues de pronto comenzaron a soplar vientos frescos e incluso cayeron algunas lluvias, por lo que los hombres se recuperaron física y emocionalmente. Así que se reanudó la marcha y el ejército llegó a una pequeña ciudad llamada Tabuk, en los confines del imperio romano y que se encontraba a la mitad del camino entre Medina y Damasco, capital de Siria. Mahoma montó su campamento y decidió quedarse ahí el tiempo que fuera necesario, tanto para que sus hombres recuperaran sus fuerzas, como para comenzar su labor de vasallaje con las tribus de la región y de esa manera allanar el terreno para la invasión, lo que no fue muy difícil, pues los jefes de aquellas tribus no tenían posibilidades de presentar resistencia ante aquella fuerza que para ellos era descomunal, por lo que prefirieron firmar los pactos de paz que se les propusieron, aunque eso significaba aceptar las leyes del Islam y convertirse en tributarios de Mahoma. 

El descanso en Tabuk había permitido el restablecimiento de los hombres y animales, además de que se había recogido un buen botín por medio de las incursiones de convencimiento que se habían realizado en la región; pero faltaba el cumplimiento del verdadero objetivo de la misión, que era la conquista de Siria; pero Mahoma y sus generales tenían noticias de la magnitud de las fuerzas que había logrado reunir Heraclio para la defensa de sus posesiones, lo que llenaba de inquietud a los generales y también a los soldados, quienes, como ya hemos dicho, tenían miedo de enfrentarse a un enemigo extranjero, y en su territorio. Ante esta situación, Mahoma convocó a sus generales y les pidió su consejo respecto de si debían seguir o retroceder, a lo que respondió Umar: 

—Si Alá te ha ordenado seguir, no te detengas.

—Si tuviera esa orden de Alá, no estaría pidiendo la opinión de ustedes -contestó el Profeta. 

Todos comprendieron la velada propuesta de Mahoma, que en este caso prefería asumir la objetividad y no la pasión, por lo que esperaba de ellos la ratificación de una retirada prudente y honorable, dado que se habían obtenido dos triunfos importantes: el control de una gran cantidad de hombres en las condiciones más difíciles y la extensión del Islam hasta las fronteras del imperio romano, además de un jugoso botín obtenido sin derramamiento de sangre, así que la expedición había valido la pena y Siria podía esperar un tiempo para ser conquistada.


Fuente:
Los Grandes – Mahoma, Editorial Tomo, p. 137 – 140.

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