A principios del siglo XX, cerca de un pueblito llamado Aldama, existen ranchos que poseían grandes extensiones de tierra y muchos animales. Las familias que habitaban aquellos lugares descendían de los rancheros y hacendados que fundaron sus casas y tierras de cultivo durante la época virreinal, en el camino que unía a la Ciudad de México con la zona minera de El Bajío.
En ranchos como el Campamento o el Sauz, la vida transcurría con calma entre los olores húmedos del alba y la leña de las grandes cocinas que mantenían vivo el fogón al caer la tarde. Filas de magueyes se extendían entre los campos de cultivo y las zonas donde pastaban vacas pintas, blancas, pardas y rosadas.
Los olores de las flores del atardecer acompañaban los cantos de grandes parvadas de pájaros que regresaban a dormir a los árboles. Cuando caía la noche, cientos de lucecitas de luciérnagas titilaban al comás del canto de sapos y ranas que se multiplicaban en los estanques, donde los sauces mecían las aguas recogidas de la lluvia, los pozos de tiro y los manantiales.
Por las mañanas, los rancheros y sus caporales ordeñaban las vacas, preparaban la pastura y organizaban los chiqueros. Mientras la señora de la casa, sus ayudantes y sus hijas tendían las camas, organizaban la casa y la comida, que se guardaba en unos cuartos fríos de piso de tierra, entre las trojes y la cocina. Las actividades domésticas y el trabajo en el campo se regían por el camino del sol, desde antes del amanecer y hasta que se ponía.
En la actualidad, aquellas grandes extensiones de tierra ya no existen como tales, Las propiedades de los ranchos se fraccionaron y se convirtieron en tierras de cultivo intensivo dirigido a la producción de forraje o en fábricas de lácteos industrializados que llevan el nombre de las antiguas haciendas.
La fabricación en serie de quesos, cremas, carne y leche requirió de la construcción de galerones que transformaron el paisaje de los viejos ranchos.
Las hileras de magueyes fueron sustituidas por filas de máquinas seleccionadas de leche, Y el sonido de los grillos, sapos y ranas desapareció ante el ruido de los engranes y los camiones repartidores de lácteos.
Fuente:
Generación 2014. La entidad donde vivo. México, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 50 – 51.
App CONALITEG Digital. Generación 2014. La entidad donde vivo. México.
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