Se acercaba el mes sagrado, Dul Qaada, dedicado a la peregrinación y en el que, como ya sabemos, se abría una tregua general; entonces el Profeta tuvo una revelación en la que se veía a sí mismo visitando los lugares sagrados. Al comentarlo con sus allegados estos opinaron que era deseable que se cumpliera esa revelación, y que sería posible hacerlo durante el mes santo, por supuesto, tomando las debidas precauciones. Rápidamente se organizó la peregrinación consistente en mil cuatrocientos hombres que en realidad eran la guardia personal del Profeta, llevando setenta camellos para ser sacrificados en la Kaaba, lo que en las costumbres árabes significaba que iban en son de paz y no de guerra; ya cerca de La Meca se detuvieron en la aldea de Dul Julaifa y guardaron ahí las armas visibles, quedándose solamente con aquellas que se podían esconder bajo la ropa.
Los coraixíes tenían noticia de que venía en camino un conjunto nutrido de peregrinos musulmanes, con Mahoma a la cabeza, y no confiando en el respeto que el Profeta pudiera tener por la tregua santa, enviaron a un contingente de caballería para coparlo en un valle distante dos días de camino de La Meca. Pero los espías de Mahoma lo mantenían bien informado, por lo que él y su gente pudieron eludir aquel retén, dejando el camino principal y atravesando el terreno escarpado. Finalmente llegaron hasta una llanura cercana a La Meca y ahí acamparon; Mahoma envió un emisario con una misiva para las autoridades de La Meca en la que expresaba que su peregrinación tenía solamente motivos religiosos y que venía en son de paz, acogiéndose a la tregua sagrada, por lo que exigía para él y los suyos los mismos derechos de cualquier peregrino. Las autoridades enviaron emisarios para que examinaran el campamento de Mahoma y no encontraron armas, por lo que informaron que no había peligro.
Pero los dirigentes coraixíes se negaban a recibir en la ciudad a su acérrimo enemigo, por lo que le daban largas al asunto. Mahoma envió varios correos reiterando su petición, pero no obtenía respuesta, por lo que decidió enviar a su propio yerno, Utmán Ibn Affan, pero como pasaron varios días sin que él regresara, Mahoma pensó que lo habían asesinado y juró vengar su muerte, pidiendo que sus seguidores se solidarizaran con él; pero en eso regresó Utmán, acompañado de Suhaíl, quien fungía como embajador de los coraixíes, quienes habían reflexionado ampliamente en su posición respecto de un hombre y un movimiento tan poderoso y preferían proponer un tratado con diez años de vigencia en el que se permitía a Mahoma y a quienes vinieran con él en paz y como peregrinos el permanecer en La Meca durante tres días en cada ocasión e incluso practicar sus rituales propios.
Mahoma
consideró que ese tratado era ya un gran avance y lo firmó satisfecho, además
decidió no aprovechar el permiso ese primer año, y en señal de buena voluntad,
sacrificar los camellos en su campamento, dar por terminada la peregrinación y
regresar a Medina, lo que no causó muy buena impresión entre sus seguidores,
pero ellos no tenían el genio político de su Profeta y sus motivos eran
elementales.
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