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Mahoma. El asedio de Jaibar

Tal vez para compensar la imagen de debilidad que se había formado entre su gente por la fallida peregrinación a La Meca, para generar un nuevo entusiasmo entre sus seguidores, o tal vez por el botín, Mahoma organizó una expedición de guerra en contra de los habitantes de la ciudad de Jaibar, que en su mayoría eran judíos, enriquecidos por el comercio y la buena agricultura de la región. Esta ciudad se encontraba a cinco días de camino de Medina y se había convertido en un refugio para todos aquellos que eran hostilizados por los musulmanes, en especial los judíos que habían tenido que salir de Medina, por lo que bien podía considerarse que esta ciudad estaba habitada por enemigos de la fe, lo que probablemente fue el argumento de Mahoma en aquella campaña.

Era el séptimo año de la Hégira cuando las tropas musulmanas llegaron frente a la ciudad y comenzó el asedio, lo que fue la empresa militar más importante emprendida por Mahoma hasta ese momento, pues aquella ciudad se consideraba una fortaleza inexpugnable desde tiempos inmemoriales; cuando Mahoma estuvo frente a sus imponentes muros, quedó tan impresionado que dijo la siguiente plegaria: 

¡Oh Alá!, Señor de los siete cielos y de todas las cosas que se encuentran bajo ellos, Señor de las siete tierras y de todo lo que hay en ellas, Señor de los malos espíritus y de todos a quienes ellos llevan por el mal camino, Señor de los vientos y de todo lo que ellos desparraman y dispersan. Te suplicamos que pongas en nuestras manos esta ciudad y todo lo que hay en ella, así como los bienes de sus tierras. En ti buscamos ayuda frente a este pueblo y los peligros que nos rodean. 

Para sacralizar el sitio donde dijera aquella oración, eligió una gran piedra cercana y dio siete vueltas en torno de ella, tal corno se hacía en la Kaaba. Más tarde se levantaría una mezquita en ese lugar. 

El asedio se prolongaba demasiado tiempo para el sentir de los musulmanes, quienes no estaban acostumbrados a este tipo de guerra, pues ellos eran seres temperamentales, además de que se les dificultaba el aprovisionamiento, pues los ciudadanos habían asolado los campos circundantes. Las operaciones ofensivas resultaban penosas y lentas, pues debían hacerse con el menor riesgo posible, los musulmanes se protegían con zanjas y escudos, usaban arietes para golpear los muros pero estos no cedían; con gran dificultad pudieron abrir una brecha, pero era tan estrecha que se debía entrar de uno en uno, lo que significaba la muerte en serie para ellos. Finalmente Mahoma se decidió por el asalto a los muros. El primer ataque fue comandado por Abu Bakr, quien fracasó en el intento; en la segunda ocasión encabezó el asalto Umar Ibn Jattab, quien tampoco tuvo éxito; para el tercer asalto Mahoma eligió a Alí, quien era su adalid favorito, por lo que le entregó su cimitarra, llamada Dul Faqar, que significa "la afilada", y al entregársela dijo públicamente: 

Alí es un hombre que ama a Dios y a su profeta, y es amado por Dios y por su profeta. Él es un hombre que no conoce el miedo y no da la espalda al enemigo. 

Tal vez las palabras de Mahoma dieron una fuerza especial a Alí y a sus tropas, pues los muros fueron vulnerados después de una encarnizada lucha y los judíos se refugiaron en el interior de la ciudadela, que fue rodeada por los musulmanes y tomada con cierta facilidad; una vez adentro, los conquistadores se dedicaron a saquear la ciudad, penetrando por todos lados en busca de tesoros, lo que les produjo un jugoso botín, entre lo que destacaba una hermosa mujer de nombre Safiya, quien de inmediato movió el corazón del Profeta quien, además, había tomado la costumbre de casarse después de cada batalla, por lo que le pareció conveniente que la muchacha se convirtiera a la fe del Islam para casarse con ella antes de abandonar la ciudad de Jaibar y regresar a Medina, donde ya tenía otro matrimonio programado, ahora con Umm Habiba, una viuda de treinta años de edad que había abrazado la fe islámica en los primeros tiempos y seguido a su esposo, Abdallah, al exilio en Abisinia, además de que ella era una mujer atractiva, el matrimonio de Mahoma tenía motivos políticos, pues la viuda era hija de Abu Sufián, su encarnizado enemigo de La Meca, por lo que el establecimiento de ese vínculo tal vez podría calmar el ánimo del padre contra Mahoma, quien ahora resultaba su yerno.

Fuente:
Los Grandes – Mahoma, Editorial Tomo, p. 121 – 123.

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