Las hubo famosas por enfrentarse a Mahoma, como Salma Bint Malik, cuya oposición a la expansión del islam le valió ser capturada y entregada como esclava a Aisha, esposa del Profeta. Otras apoyaron el islam, como Amra Bint Abdu-r-Rahman, prestigiosa jurista, o Umm Waraqa, recitadora y recopiladora de textos del Corán. La muhtasib (inspector de mercado) Samra bint Nuhayk al-Asadiy ya ordenaba los intercambios y prohibía los abusos con la ayuda de un látigo.
Otras, durante la expansión del islam, ocuparon cargos de liderazgo, como la sultana Shajar ad-Durr, que hizo resurgir el poder de los mamelucos egipcios y, en la Séptima Cruzada, luchó contra Luis IX de Francia, a quien capturó e intercambió por la ciudad de Damietta y 400,000 dinares. Sayyida al Hurra era esposa del gobernador de Tetuán y dedicó su vida a la piratería, llegando a aliarse con Jeredin Barbarroja, pesadilla del Imperio español.
Rabi'a al-Adawiyya fue una mística sufí de cuya sabiduría bebieron las
devotas an-dalusíes Fátima de Córdoba y Yasmina de Marchena, mentoras a su vez
de Ibn Arabi, el gran maestro sufí. Y cómo olvidar a la muy famosa Aisha Bint
Muhammad ibn al-Ahmar, reina de Granada y madre de Boabdil el Chico. Gracias a
sus intrigas palaciegas consiguió el apoyo de los abencerrajes para acceder al
trono.
Por Gema Delicado en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 77.
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