Para Rusia 2018, Les Blues llegaban como favoritos respaldados por una generación que cimentó su éxito en la diversidad racial, tal y como lo hicieron en 1998. "Es verdad que tenemos ascendencia extranjera, pero todos amamos una camiseta, la de Francia" aseguraba Antoine Griezmann.
En el Mundial, los Gallos fueron el equipo que mejor utilizó sus recursos. En cada partido usó un contragolpe fulminante. "Son más peligrosos sin balón que cuando lo tienen", advirtió el técnico de Bélgica, Roberto Martínez.
Durante el torneo, la única ocasión que estuvo abajo en el marcador, ante Argentina en cuartos de final, Francia mostró que con el esférico también sabía competir y sólo necesitó 16 minutos para retomar la ventaja.
Salvo el error en la final, Hugo Lloris dio la seguridad que tanto se le exigía. Raphael Varane y Samuel Umtiti ensamblaron una sólida defensa central mientras que Benjamín Pavard y Lucas Hernández en las laterales fueron dos gratas revelaciones.
En mediocampo, N'Golo Kanté y Paul Pogba no pararon de robar y distribuir balones, y en ofensiva, Antoine Griezmann y Kylian Mbappé detonaron la ofensiva; Donatello ofrecía explosividad y regate, pero cuando se necesitaba calma y claridad, el Principito aparecía.
Pese a que Olivier Giroud no disparó al arco durante el torneo, cumplió con una labor que, tal como lo anticipó Didier Deschamps, "sólo él podía cumplir": bajar balones, ser la referencia en ataque y permitir que el juego fluyera.
Además, contaron con una banca muy confiable, con ofensivos del nivel de Nabil Fekir, Ousmane Dembelé y Thomas Lemar.
Con ellos,
a pesar de ser la segunda selección más joven del Mundial, Francia saldó la
deuda con su afición tras perder la Eurocopa en 2016 y advirtiendo al mundo que
con un promedio de 25 años, pueden dominar la Euro 2020 y Qatar 2022.
Por Guillermo Vite García y Víctor Peña en Futbol Total No.233, Agosto 2018, Editorial GIN Group, p. 44 – 45
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