¡Grande España!
Llegó a la justa con la etiqueta de favorito y aunque su inicio fue terrorífico, pues sucumbió ante la débil Suiza, revirtió el arranque perdedor para luego alzarse con la Copa del Mundo. A partir de la ronda de eliminación directa (octavos de final) la Furia Roja anotó en su bitácora de resultados el 1-0, recurrente hasta la final, pero que le valió para convertirse en el octavo monarca. Portugal, Paraguay, Alemania y Holanda fueron las selecciones que dejó en la lona para cumplir su cometido y, de paso, sacudirse aquellos antecedentes que insistían en recordarle que sólo estaba hecha para llegar a los cuartos de final. Así, teniendo como figuras a Villa, Pujol, Iniesta y Casillas, España venció a sus fantasmas y se colgó de los cuernos de la Luna, que a partir de hoy brilla con una luz roja muy intensa.
Larissa, la novia del Mundial.
Ante un espectáculo tan pobre, la tribuna asumió su rol de jugador número
12 y fue la que puso el toque distinto al campeonato sudafricano de
selecciones. Pero entre todo ese puñado de caras pintadas, máscaras coloridas y
disfraces singulares, resaltó una paraguaya que le puso el granito candente al
cemento de los distintos escenarios. Larissa Riquelme apoyó a su país con todo;
sus gestos contrastantes entre alegrías y tristezas fueron una constante en la
Copa del Mundo, pero la nota la dio cuando prometió que se desnudaría si la
selección guaraní derrotaba a España en cuartos de final. Los paraguayos fueron
incapaces de sortear la complicada aduana que resultó el conjunto ibérico, pero
aun así, la bella Larissa cumplió como dama y enseñó sus mejores atributos en
distintas publicaciones, aunque no en la Plaza de la Democracia. La modelo se
mostró al mundo, fue bautizada como la novia del Mundial y, además, se ganó el
Balón de Oro.
Paul, la figura.
Algunos apuntaron a Cristiano Ronaldo y Lionel Messi como las estrellas
de la competencia, pero un personaje acuático fue quien se robó las cámaras y
los reflectores, el pulpo Paul. El molusco, quien mostró sus dotes de adivino,
y que a decir verdad, siempre rayaron el terreno de lo anecdótico y las
coincidencias, se robó la mirada de millones de espectadores, quienes siempre
atentos esperaron sus predicciones, todas exactas. En ocho partidos Paul
recibió la oportunidad de presagiar al ganador y en ninguna falló, incluso,
poniendo como víctima a Alemania, país que lo adoptó y que lo alberga en el
acuario Sea Life. De hecho, se convirtió en un personaje tan mediático, que sus
visitas en Google ascienden a 6 millones, es pretendido por empresas para
utilizarlo como imagen de sus productos y lo quieren nacionalizar español a
cambio de una fuerte suma de euros.
“Jabulani”, el villano.
Se convirtió en el pretexto principal para que los porteros mundialistas justificaran sus yerros. Lo consideraron liviano, poseedor de una comba extraña, misma que provocaba una trayectoria incierta; el balón "Jabulani" fue señalado como el otro enemigo de os guardametas, pues cuando éstos tuvieron pifias ridículas, enseguida recurrieron a discurso de buscar culpables y el villano perfecto fue el esférico. El inglés Robert Green perdió la titularidad tras fallar en el juego ante Estados Unidos; un disparo sin complicaciones de más de 20 metros, que venía dando unos pequeños botes y que iba por el centro, se le escabulló y significó el empate para el cuadro de las barras y las estrellas. Luego fue el turno del guardián argelino Chaouchi, pues no pudo acertar en el movimiento de la bola, lo que derivó en un verdadero oso para su causa. También el holandés Stekelenburg fue incapaz de atajar un remate de Diego Forlán que parecía de rutina. En resumen, fue un torneo de olvido para los cancerberos, aunque de cualquier forma, adoptaron a un culpable.
¡Los rudos… los rudos… los rudos!
Holanda convirtió la final mundialista en un concierto de patadas y
rudezas. Hicieron del platillo estelar una noche sólo apta para tipos mal
encarados y que gustan de los golpes por encima del "jogo bonito".
Fue la estrategia perfecta para frenar la exquisitez y técnica de los jugadores
españoles, que poco se engancharon en el duelo de artimañas. Sin embargo, el
volante de recuperación de la "Naranja Mecánica", Mark van Bommel,
fue el tipo más "sucio" de la competición, pues las faltas fueron su
tarjeta de presentación durante el torneo de FIFA. Una y otra vez las imágenes
desnudaron su poco fútbol y el rostro endurecido que pretendía ocasionar
timidez entre sus rivales. Los expertos lo culparon en la mayoría de sus
análisis, pero lo sorprendente fue que sólo recibió un par de tarjetas
amarillas y ninguna expulsión, además de que su registro terminó en diecisiete
faltas cometidas, porque las otras se las perdonaron los árbitros.
Las estrellas para el olvido.
Meses antes del arranque, tres nombres figuraron entre los favoritos para
convertirse en los animadores de Sudáfrica 2010: Cristiano Ronaldo, Lionel
Messi y Wayne Rooney, pero todos brillaron por su ausencia, pues jamás pudieron
destilar magia en las canchas. De hecho, el "Niño malo" Rooney y Lio
ni siquiera pudieron marcar en la competencia, aunque este último por lo menos
pudo tener algunas asistencias, pero sin mostrar la categoría que lo ubicaban
como el mejor futbolista del mundo. Mientras, el lusitano Ronaldo sólo figuró
por sus poses de modelo, pues en la cancha jamás pudo ser el referente de
Portugal. Así, en el resumen de la Copa del Mundo, los personajes extracancha
se robaron el show y mandaron a los libros del olvido a aquellos que se
perfilaban como figuras, pues esta vez, el evento más grande les quedó así muy
grande. Venga un aplauso para Paul, Larissa y compañía.
Por Rodrigo Mojica en Sólo para ti, Año 9 No.7, Agosto 2010, Ed. Selecciones, p. 30 – 31.
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