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Brasil 1950. Eran otros tiempos

México no sólo se mantuvo invicto para ganar la justa norteamericana y su boleto al Mundial de Brasil 1950, sino que además los hizo con sendas goleadas y con toques de una extraviada caballerosidad. 

El árbitro no dudó en marcar el penalti a favor de México sobre la portería estadounidense. El encargado de tirar fue Héctor Ortiz, quien apenas y golpeó el balón con mínima fuerza. El esférico fue a dar a las manos del cancerbero Borghi y la reacción en las gradas fue una estruendosa ovación acompañada de aplausos para el delantero mexicano. Si, no es una broma, lo anterior fue cierto.

Cuando los recuerdos arrebataban los sentidos, los abuelos suelen decir que esos eran otros tiempos, y quizá tengan razón. Durante el primer encuentro del Campeonato Norteamericano de futbol, mismo que era válido como eliminatoria hacia el Mundial de 1950, la Selección Mexicana ciertamente no tuvo rival y la jugada descrita líneas arriba es el mejor ejemplo del dominio del cuadro nacional. 

Pero, ¿Cómo fue eso de un aplauso para un mexicano que falla un penalti?, ¿Alguien podría explicarlo? Ante tal situación, cualquiera tiene el derecho de exigir el poder de la razón. 

La ventaja del equipo mexicano era más que holgada ante los vecinos del norte por lo que, en un gesto de caballerosidad y sin pretender humillar al rival, Ortiz no sólo no tiró con fuerza hacia el marco de Borghi, sino que le tocó el balón para cedérselo. El público reunido en el Estadio Ciudad de los Deportes vio con agrado que su selección sólo buscaba ganar sin ensañarse con el contrario. Sin embargo, el resultado final fue de 6 – 0 para México. 

En dicha justa los únicos tres participantes que buscaban dos boletos al Mundial fueron México, Estados Unidos y Cuba, siendo los estadounidenses los que más sufrieron no sólo por llevarse 12 goles en contra, sino porque literalmente se estaban asfixiando en la cancha del estadio capitalino. 

Se dice que al término del primer tiempo, cuando descansaban en su vestidor, alguien les informó que había servicio de oxígeno. El cuerpo técnico supuso que lo utilizarían dos o tres elementos, pero la sorpresa fue mayúscula cuando la totalidad del plantel titular se formó para tomar la mascarilla. 

De hecho, el conocimiento del equipo estadounidense respecto a sus rivales mexicanos rayaba en lo absurdo, pues antes del encuentro se les preguntó que tanto sabían o conocían de los locales; la respuesta fue sencilla: nada o casi nada, pues lo único que tuvieron a su alcance fueron referencias. 

Otro detalle de la escasa logística de aquellos años fue que el conjunto estadounidense viajó sin un masajista, por lo que el cuadro mexicano debió prestarle uno, mismo que no se dio abasto, pues todos los jugadores requerían de su servicio. 

Pero eso no fue todo; los comentarios emitidos por algunos de sus integrantes, específicamente Almeida, fueron sorprendentes si se toman en cuenta las comparaciones. Tras el par de goleadas, aseguró que después de haber visto a equipos como el Liverpool inglés, el Belfast irlandés y el Kamaraterna sueco, ninguno jugaba tan bien como el cuadro mexicano. 

Aun así, el punto de vista no fue el mismo para los medios nacionales, que después del segundo encuentro ante los estadounidenses, mismo que finalizó con otra holgada victoria, tacharon de apáticos a los mexicanos, pues no conformes con los seis goles, argumentaban que debían haber marcado 20, dada la debilidad de la defensa estadounidense. 

Tampoco Cuba opuso resistencia: dos claros triunfos, el segundo con suplentes. 

Hubo jugadores caribeños que fingían lesiones para recibir oxígeno en la cancha y, en el segundo y último encuentro entre ambos, protagonizaron una gresca en la que Zetter, el defensa mexicano, sentó a dos cubanos de un golpe, pero extrañamente no fue siquiera amonestado, pues el árbitro dijo que nunca lo vio. 

Así, México no sólo ganó el Campeonato Norteamericano de Futbol, sino su boleto hacia el Mundial de Brasil 1950. 


Fuente:
Récord Mundial, Alemania 2006 ¡Piensa en Grande!, Ed. Notmusa, p. 37.

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