La situación de México en esa época era así:
- El gobierno carecía de dinero.
- No había grandes dirigentes políticos.
- No se contaba con organización militar, ni con armas, ni los generales con habilidad y experiencia ocupaban los puestos superiores y decisivos.
- Lo más grave de todo: no había paz ni unión entre los mexicanos, divididos por luchas intestinas, casi siempre nacidas de la ambición y la pasión personales.
Aquejado México por
todos estos males, en 1845 ocurrió la anexión de la República de Texas a los
Estados Unidos. Es decir, que si México deseaba recuperar ese territorio, su
lucha no sería ya con los texanos, sino con todos los Estados Unidos. Además,
el asunto se complicaba por diferencias en lo relativo a los límites de Texas.
Al unirse a los
Estados Unidos, Texas estableció que sus límites territoriales se extendían
hasta el río Bravo. Frente a tal pretensión, México sostenía, de acuerdo con
documentos incontrovertibles, que los límites de Texas nunca habían pasado del
río Nueces, situado muchos kilómetros más al norte.
México tenía razón
en lo que afirmaba; y así, el ejército mexicano, dispuesto a defender la
integridad territorial del país, avanzó hasta el río Nueces. Entonces los
Estados Unidos nos declararon la guerra, seguros de su capacidad para una
invasión armada y con el argumento de que habíamos violado su suelo.
La invasión norteamericana.
Los Estados Unidos
atacaron a México, por el norte, con un ejército al mando del general Zachary
Taylor, y, por Veracruz, con tropas que mandaba el general Winfield Scott.
Durante la primera
etapa de la lucha, dirigió la defensa militar del país el gobierno del general
Mariano Paredes y Arrillaga, quien, ya planteado el conflicto militar con los
Estados Unidos, se había sublevado contra el presidente José Joaquín de Herrera
para quitarle la presidencia. Ocurrió esto a fines de 1845 y principios de
1846.
Durante la segunda
etapa de la guerra, dirigió las operaciones militares el general Santa Anna,
que mediante pronunciamientos de sus partidarios quitó la presidencia a Paredes
y Arrillaga.
Batallas Importantes.
Aunque nuestro
ejército no obtuvo triunfos militares, demostró, durante las batallas que se
libraron entonces, un gran heroísmo, gracias al cual nuestros defensores se han
inmortalizado en la Historia y merecen nuestro reconocimiento y respeto. Los
soldados que lucharon por México dieron un gran ejemplo de amor a la Patria.
Entre las batallas
a recordar se encuentran:
La de La Angostura,
que se libró en el Norte durante los días 22 y 23 de Febrero de 1847. Allí el
ejército mexicano demostró una resistencia física apenas creíble, e inmenso
valor; pero, en parte la impericia de Santa Anna, y, en parte la adversidad, le
impidieron obtener una victoria completa y efectiva.
La de Veracruz,
puerto que fue defendido (10 a 29 de
Marzo de 1847) por la población entera, al mando del general Juan Morales,
y cuya guarnición, después de capitular, salió de la plaza con todos los
honores.
La de Cerro Gordo,
sitio que se perdió (17 y 18 de Abril de
1847) por no haber fortificado Santa Anna, contra la opinión de sus
ingenieros, el punto clave, al cual, según él, “ni los conejos podía subir”.
La de Padierna (19 y 20 de Agosto), librada allí a
causa de que el Juan Álvarez no estorbó el paso de los norteamericanos por
Chalco, y porque el general Valencia no obedeció la orden de retirarse hasta
Coyoacán, lo que produjo la pérdida de casi todo su ejército.
La de Churubusco (20 de Agosto de 1847), en la que se
inmortalizó el general Pedro María Anaya, quien (la tradición nos cuenta) al verse obligado a entregar la plaza y
oír que se le requería para que dijese dónde estaban las municiones, dijo a los
invasores: “Si tuviéramos parque, no estarían ustedes aquí”.
Las del Molino del
Rey y el Castillo de Chapultepec (8 al 13
de Septiembre), éste gloriosamente defendido por el general Bravo, el
coronel Felipe Xicoténcatl, que allí murió, y los cadetes del Colegio Militar.
Entre los heroicos cadetes que entonces perdieron la vida había unos muy
jóvenes, casi niños, entre esos nombres se encuentran: Agustín Melgar, Juan de
la Barrera, Juan Escutia, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez, Francisco
Márquez.
Después de la
batalla de Chapultepec, la Ciudad de México cayó en poder de los
norteamericanos y Santa Anna abandonó el país.
Las negociaciones
para dar fin a la guerra condujeron a los Tratados de Guadalupe – Hidalgo, de 2
de Febrero de 1848, por los cuáles México perdió a Texas, con límites hasta el
río Bravo, más Nuevo México, Arizona y la Alta California, o sea, en total, dos
millones doscientos cuarenta mil kilómetros cuadrados, extensión superior a la
mitad del territorio que el país tenía entonces.
Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Cuarto Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 94 – 97.
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