Transcurrido el plazo y terminados sus ritos, los musulmanes se marcharon de manera ordenada. El resultado fue que el prestigio de Mahoma se extendió por toda Arabia; las tribus beduinas buscaron acuerdos con él y numerosos habitantes de La Meca, jóvenes sobre todo, se unieron al islam. Menos de un año después, en enero de 630, volvía a salir en dirección a La Meca al frente de un enorme ejército al que los coraixíes no podían enfrentarse.
La ciudad se rindió finalmente y fue tomada sin derramamiento de sangre. Además, no se ajustició a nadie debido a que Mahoma decretó una amnistía general. De hecho su acción más violenta consistió en destrozar los 360 ídolos que rodeaban la Kaaba, y en ordenar el borrado de las pinturas que decoraban entonces su interior.
Muhammad
ibn Abdallah, profeta de Alá, murió en Medina el 8 de junio del año 10 de la
Hégira, que corresponde al 632 de la era cristiana. Murió tranquilamente,
mientras reposaba la cabeza en el regazo de su joven esposa Aisha. Según
declaró ésta, sus últimas palabras fueron: "No, el compañero más alto en
el Paraíso". Jamás sabremos a qué se refería.
Por Alberto Porlán en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 23 – 24.
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