Todos hacen referencia a un mismo hecho: el texto ha descendido desde el cielo al corazón de Mahoma. Esta naturaleza divina ha sostenido que no exista una crítica textual del texto coránico en sentido estricto. Para muchos, sólo pensarlo es una herejía, porque el hombre, en su imperfección, no puede siquiera osar plantearse trastocar algo que simplemente es perfecto. Otros lo consideran una misión ardua e imposible; y algunos, como Julio Cortés, creen que no aportaría novedades. Su composición, sin embargo, ha prolongado ciertas inquietudes, en especial entre los estudiosos no musulmanes. Aunque al inicio se marca en qué época fueron reveladas, las suras se listan atendiendo sólo a su longitud decreciente.
Esta clasificación produce un texto literariamente desordenado, huérfano de estructura lineal, discontinuo y sin cohesión cronológica, que conduce a la repetición y a las aparentes contradicciones. Los teólogos musulmanes responden que la estructura literaria no es relevante, pero lo cierto es que los capítulos más modernos suelen dominar sobre los más antiguos.
La mayoría
de los suníes abjuran de toda interpretación que no se ciña al texto. Aun así,
existen dos tipos de comentarios: el Tafsir, cuyo propósito es comprender el
significado de los versos coránicos, y el Ta'wil, o el análisis espiritual,
menos aceptado. Dado que el texto fue fijado de forma definitiva años después
de la muerte de Mahoma, algunos eruditos como Julio Cortés se preguntan si se
coleccionaron todos los pasajes o algunos fueron suprimidos. Además de la
versión de Uzman, se sabe que en aquella época había otras dos colecciones coránicas:
la de Ibn Masud y la de Ubayy. Finalmente, las puertas de la interpretación se
cerraron en el siglo XII.
Por Javier Martín en Muy Interesante Historia, ‘El Islam. Los misterios de una religión’, Ed. Televisa, p. 31.
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