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Argentina 1978. Cábalas y Política

Con juego brusco y pinceladas de Kempes, Argentina entera se volcó en el futbol como escape al régimen de Videla, a quien los holandeses no quisieron siquiera saludar.

No sólo el invierno argentino entibió la efervescencia y el desbordamiento de pasiones multitudinarias que provocó la máxima justa del balompié mundial; el régimen impuesto dos años antes por Jorge Rafael Videla y los miles que desaparecieron súbitamente tras manifestar su inconformidad con el dictador sembraron la duda no sólo en el país sede, sino a nivel internacional, de qué tan prudente sería llevar a cabo el Mundial en medio de una situación tan delicada.

Es casi imposible separar lo deportivo de la situación político – social que Argentina atravesaba entonces; sin embargo, en lo referente a la cancha, César Luis Menotti tuvo problemas para confeccionar su plantel; uno de ellos y quizá el que levantó más polémica fue la exclusión de Diego Armando Maradona, quien con apenas 17 años ya deslumbraba con su talento en Argentinos Juniors. Tiempo después, el Flaco que decidió marginar al Pelusa por considerar que, a diferencia de otros futbolistas, era muy joven y tendría tiempo de jugar más mundiales. 

La undécima edición de la Copa del Mundo no sólo sufrió la exclusión de aquella novel promesa, como muestra de su desacuerdo con el régimen en Argentina; figuras de la Naranja Mecánica de la talla de Johan Cruyff y Rudd Geels se abstuvieron de ir a la cita sudamericana. 

No sólo las ausencias y el futbol practicado por el conjunto tulipán resultaron tema de interés para los rotativos de la época, pues después de que igualaron sin goles ante Perú, los holandeses achacaron su falta de tino frente al arco a una enorme imagen del Señor de los Milagros que los peruanos llevaron a Mendoza, a la que se encomendaban fervientemente en el vestidor, por lo que Johan Neeskens y compañía creyeron haber sido objeto de una brujería. 

El arbitraje dio mucho de qué hablar a lo largo de la competencia; la bravura de las barras bravas argentinas jugó en contra de la serenidad de los colegiados, a pesar de que el Comité Organizador (Ente Autártico Mundial 78) previendo dicho fenómeno excluyó a la cancha del Boca Juniors como posible sede por la cercanía de la cancha y tribuna. 

No conformes con la localía y un régimen que movió cielo, mar (y horarios de partidos) para favorecerles, los seleccionados argentinos tuvieron que recurrir a sus tradicionales cábalas en su camino rumbo al título; la más efectiva fue la empleada por Mario Kempes, que llegó al Mundial con prominente mostacho y con la etiqueta de Pichichi en España; sin embargo, anduvo con la pólvora mojada en la primera ronda. Fue hasta que Menotti lo animó a afeitarse que cambió la suerte del ariete, pues hizo seis dianas y se proclamó líder de goleo. 

A pesar de terminar como Campeón del Mundo, el nombre de Miguel Oviedo pasó sin pena ni gloria durante la justa mundialista, aquel jugador de la albiceleste portaba en la espalda el 17, que para los argentinos es un número de mala suerte. Dicha superstición se cumplió gracias al gol de Roberto Bettega, con el que Italia venció a los locales en el duelo final de la primera ronda, que fue el decimoséptimo según el programa original. 

En el torneo, más que alegría por jugar al futbol, los brasileños desbordaron codicia, pues sabedores de su potencial, exigieron a su Confederación un bono de 50 mil dólares en caso de avanzar a la Final; sin embargo, cuando sentían el pase en sus manos, Argentina le encajó seis goles a Perú para superar en diferencia de goleo al Scratch. 

Después de la lluvia de papelitos que enmarcó el inicio de la Final entre Argentina y Holanda, llegó la lluvia de patadas albicelestes, ante la cual el silbante italiano Sergio Gonella hizo mutis. Finalmente “La Fiesta de Todos” (como llamara el régimen militar a aquella Copa del Mundo, y de la cual se rodara una película para maquillar la realidad de la sociedad argentina) se llevó a cabo, Daniel Alberto Passarella levantó la Copa FIFA, y los holandeses decidieron no recoger sus medallas de Subcampeones y evitar así darle la mano al dictador Videla. El delantero de Países Bajos, Rob Rensenbrink, anotó el gol mil en la historia de los Mundiales con un penalti ante Escocia.

Fuente:
Por César Montiel en Récord Especiales, ‘Todo sobre Sudáfrica’, Ed. Notmusa, p.92 – 93.

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