México no se avino a tamaña exigencia, que incluía la reclamación de sesenta mil pesos de pasteles, perdidos, decíase, en un motín, y ante la negativa mexicana, los barcos franceses atacaron el puerto de Veracruz. En los combates finales, Santa Anna, que acudió a defender la plaza, fue herido y perdió una pierna.
Como México, por falta de recursos, y sin unidad interior, no podía sostener una guerra, entregó condicionalmente lo que se le cobraba. Para esto, Inglaterra intervino como mediador. Del dinero recibido, Francia devolvió después doscientos mil pesos.
Irónicamente, la Historia consigna aquel conflicto franco – mexicano con el nombre de Guerra de los Pasteles.
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