Temas principales.
Debido a la diversidad de posiciones que se asocian al existencialismo,
el término no puede ser definido con precisión. Se pueden identificar, sin
embargo, algunos temas comunes a todos los escritores existencialistas. El
término en sí mismo sugiere un tema principal: el énfasis puesto en la
existencia individual concreta y, en consecuencia, en la subjetividad, la
libertad individual y los conflictos de la elección.
Individualismo moral.
La mayoría de los filósofos desde Platón han mantenido que el bien ético
más elevado es el mismo para todos: en la medida en que uno se acerca de la
perfección moral, se parece a los demás individuos perfectos en el plano moral.
El filósofo danés del siglo XIX Sören Kierkegaard, el primer escritor que se
calificó de existencialista, reaccionó contra esta tradición al insistir en que
el bien más elevado para el individuo es encontrar su propia y única vocación.
Como escribió en su diario: "Tengo que encontrar una verdad que sea
verdadera para mí… la idea por la que pueda vivir o morir". Otros
escritores existencialistas se han hecho eco de la creencia de Kierkegaard de
que uno ha de elegir el camino propio sin la ayuda de modelos universales,
objetivos. En contra de la idea tradicional de que la elección moral implica un
juicio objetivo sobre el bien y el mal, los existencialistas han afirmado que
no se puede encontrar ninguna base objetiva, racional, para defender las
decisiones morales. El filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche
sostuvo que el individuo tiene que decidir qué situaciones deben ser
consideradas como situaciones morales.
Subjetividad.
Todos los existencialistas han seguido a Kierkegaard al resaltar la
importancia de la acción individual apasionada al decidir sobre la moral y la
verdad. Han insistido, por tanto, en que la experiencia personal y actuar según
las convicciones propias son factores esenciales para llegar a la verdad. Así,
la comprensión de una situación por parte de alguien que está comprometido en
esa situación es más alta que la del observador indiferente, objetivo. Este
énfasis puesto en la perspectiva del agente individual ha hecho que los
existencialistas sean suspicaces respecto al razonamiento sistemático.
Kierkegaard, Nietzsche y otros escritores existencialistas fueron, de un modo
intencionado, no sistemáticos en la exposición de sus filosofías y prefirieron
expresarse mediante aforismos, diálogos, parábolas y otras formas literarias. A
pesar de su posición antirracionalista de partida, no se puede decir que la
mayoría de los existencialistas fueran irracionales en el sentido de negar toda
validez al pensamiento racional. Han mantenido que la claridad racional es
deseable allí donde sea posible, pero que las materias más importantes de la
vida no son accesibles a la razón o a la ciencia. Además, han sostenido que
incluso la ciencia no es tan racional como se supone. Nietzsche, por ejemplo,
afirmó que la visión científica de un universo ordenado es para la mayoría una
ficción práctica, una entelequia.
Elección y compromiso.
Tal vez el tema más destacado en la filosofía existencialista es el de la
elección. La primera característica del ser humano, según la mayoría de los
existencialistas, es la libertad para elegir. Los existencialistas mantienen
que los seres humanos no tienen una naturaleza inmutable, o esencia, como
tienen otros animales o plantas; cada ser humano hace elecciones que conforman
su propia naturaleza. Según la formulación del filósofo francés del siglo XX
Jean-Paul Sartre, la existencia precede a la esencia. La elección es, por lo
tanto, fundamental en la existencia humana y es ineludible; incluso la negativa
a elegir implica ya una elección. La libertad de elección conlleva compromiso y
responsabilidad. Los existencialistas han mantenido que, como los individuos
son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la
responsabilidad de seguir su compromiso dondequiera que los lleve.
Temor y angustia.
Kierkegaard mantenía que es crucial para el espíritu reconocer que uno
tiene miedo no sólo de objetos específicos sino también un sentimiento de
aprehensión general, que llamó temor. Lo interpretó como la forma que tenía
Dios de pedir a cada individuo un compromiso para adoptar un tipo de vida
personal válido. La palabra angustia posee un papel decisivo similar en el
trabajo del filósofo alemán del siglo XX Martin Heidegger; la angustia lleva a
la confrontación del individuo con la nada y con la imposibilidad de encontrar
una justificación última para la elección que la persona tiene que hacer. En la
filosofía de Sartre, la palabra náusea se utiliza para el reconocimiento que
realiza el individuo de la contingencia del universo, y la palabra angustia
para el reconocimiento de la libertad total de elección a la que hace frente el
hombre en cada momento.
Historia.
El existencialismo, como movimiento filosófico y literario, pertenece a
los siglos XIX y XX, pero se pueden encontrar elementos de existencialismo en
el pensamiento (y vida) de Sócrates, en la Biblia y en la obra de muchos
filósofos y escritores premodernos.
Pascal.
El primero que anticipó las principales inquietudes del existencialismo
moderno fue el filósofo francés del siglo XVII Blaise Pascal. Pascal rechazó el
vigoroso racionalismo de su contemporáneo René Descartes, afirmando en sus
Pensées (Pensamientos, 1670) que una filosofía sistemática que se considera
capaz de explicar a Dios y la humanidad representa una forma de orgullo. Al
igual que los escritores existencialistas posteriores, contempló la vida humana
en términos de paradojas: la personalidad humana, que combina mente y cuerpo,
es en sí misma paradoja y contradicción.
Kierkegaard.
Considerado como el fundador del existencialismo moderno, reaccionó
contra el idealismo absoluto sistemático del filósofo alemán del siglo XIX
Georg Wilhelm Friedrich Hegel, que afirmó haber encontrado un entendimiento
racional total de la humanidad y de la historia. Kierkegaard, por el contrario,
resaltó la ambigüedad y lo absurdo de la situación humana. La respuesta
individual a esta situación tiene que ser vivir una existencia comprometida por
completo, y este compromiso sólo puede ser entendido por el individuo que lo
asume. El individuo, por lo tanto, tiene que estar siempre dispuesto para
desafiar las normas de la sociedad en nombre de la mayor autoridad de un tipo
de vida auténtica en el orden personal. Kierkegaard abogó por un "cambio
de fe" en el modo de vida cristiano que, aunque incomprensible y lleno de
riesgos, era el único compromiso que, según creía, podía salvar al individuo de
la desesperación.
Nietzsche.
Él no conocía el trabajo de Kierkegaard, transformó el pensamiento
existencialista posterior a través de su crítica de las tradicionales
suposiciones metafísicas y morales, y su adopción del pesimismo trágico y de la
voluntad individual afirmadora de la vida que la opone a la conformidad moral
de la mayoría. En oposición a Kierkegaard, cuyo ataque a la moral convencional
le llevó a defender un cristianismo radical e independiente, Nietzsche proclamó
la "muerte de Dios" y rechazó toda la tradición moral judeocristiana
en favor de los heroicos ideales paganos.
Heidegger.
Al igual que Pascal y Kierkegaard, reaccionó en contra del intento de
fundamentar la filosofía sobre una base conclusiva racionalista, en este caso
la fenomenología del filósofo alemán del siglo XX Edmund Husserl. Heidegger
afirmó que la humanidad se encuentra en un mundo incomprensible e indiferente.
Los seres humanos no pueden esperar comprender por qué están aquí; en su lugar,
cada individuo ha de elegir una meta y seguirla con apasionada convicción,
consciente de la certidumbre de la muerte y del sin sentido último de la vida
propia. Heidegger contribuyó al pensamiento existencialista al poner el énfasis
en el ser y la ontología tanto como en el lenguaje.
Sartre.
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