Al día siguiente, los nueve parten para efectuar el llamamiento formal de los dos apóstoles siguientes, Santiago y Judas, los hijos gemelos de Alfeo. Los hermanos pescadores esperan la llegada de Jesús y sus apóstoles, por ello los están esperando en la orilla del río. Santiago Zebedeo presenta al Maestro a los pescadores de Jeresa; Jesús los mira fijamente y los invita: "¡Síganme!"
Al reunir a los apóstoles, Jesús les explica: "Todos los hombres son mis hermanos. Mi Padre celestial no desprecia a ninguna de las criaturas. El reino de los cielos está abierto a todos los hombres y a todas las mujeres. Nadie debe cerrar la puerta de la misericordia en la cara de una alma hambrienta que está intentando entrar. Nos sentaremos a comer con todos los que deseen oír hablar del reino. Cuando nuestro Padre celestial contempla a los hombres desde arriba, todos son iguales. Así pues, no se nieguen a partir el pan con fariseos, pecadores, saduceos, romanos, judíos, ricos, pobres, con hombres libres o esclavos, ya que la puerta del reino está abierta de par en par para todos los que deseen conocer la verdad y encontrar a Dios".
Fuente:
Los Grandes. Jesús, Editorial Tomo, p. 99.
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