Puebla estaba defendida por los fuertes de
Guadalupe y Loreto, que Zaragoza artilló más. Los franceses atacaron con
ejemplar bizarría; pero los mexicanos, igualándolos en valor, y superándolos en
pericia, resistieron tres veces el ataque y, al fin, lo desbarataron. Zaragoza
había concebido tan claramente el plan de defensa, y tan eficaz fue la ayuda de
los generales Miguel Negrete, Porfirio Díaz, Felipe Berriozábal y Francisco
Lamadrid, que muy pronto la artillería mexicana dominó a la francesa; y cuando
Lorences recurrió a su infantería, los batallones y regimientos mexicanos la
obligaron a retroceder, una vez tras otra, causándole siempre numerosas
pérdidas en muertos y heridos. En aquella acción fue brillante el
comportamiento de los indios de Zacapoaxtla que formaban parte del ejército
mexicano.
En el informe que el general Zaragoza rindió al presidente Juárez, había estas palabras: “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
La batalla de Puebla dio a México, en Europa, fama de pueblo patriota y valiente, y le valió, como nación defensora de su libertad, innumerables simpatizantes. En la misma Francia hubo hombres ilustres que desaprobaron la conducta de Napoleón II hacia la República Mexicana. En México hubo mucho júbilo por la victoria del 5 de Mayo.
En cuanto a Napoleón III, comprendió que su aventura mexicana no era tan fácil como se la habían pintado y se dispuso a mandar a México hasta treinta mil hombres. Además, dio el mando al general Elías Federico Forey, para que éste se encargara de continuar la campaña.
Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Cuarto Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 114 – 115.
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