Las comidas, en el sentido que damos a esta palabra, han empezado con la segunda edad de la especie humana, es decir, desde que dejo de alimentarse con frutas. La preparación y distribución de los manjares han necesitado la reunión en familia; los jefes distribuían a sus hijos los productos de la caza y los hijos adultos hacían lo mismo con sus ancianos padres. Limitadas dichas reuniones primero entre parientes cercanos, se extendieron sucesivamente comprendieron a los vecinos y amigos.
Más tarde, dilatándose el género humano, el viajero cansado tomaba parte en esas comidas primitivas y refería acontecimientos de lejanas comarcas. Así nació la hospitalidad, con sus derechos, reputados por sagrados en todos los pueblos; porque no existía uno solo, por feroz que fuera, que no considerase un deber respetar la vida del que había consentido participar del pan y de la sal.
Durante la comida debieron nacer y perfeccionarse los idiomas, ya porque está ocasión para juntarse se renovaba constantemente, ya porque el sosiego que acompaña y viene después de la comida predispone naturalmente para confianzas y locuacidad.
Por Jean Antheline Brillat - Savarin en Revista Algarabía No. 125 Febrero 2015, p. 40.
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