Al llegar Cortés a Tenochtitlán, Moctezuma, llevado en andas por los nobles, salió a recibirlo hasta las afueras de la ciudad.
Hombre profundamente religioso, Moctezuma creyó ver cumplida en la presencia de los españoles la profecía de Quetzalcóatl, dios tolteca: “Vendrán del oriente hombres blancos que se adueñarán del país”.
Este rey, cuando supo que llegaban hombres blancos a las playas de lo que después se llamaría Golfo de México, temió perder su trono.
¿Debía resignarse a perder su trono? ¿Combatiría a los blancos? ¿Habría llegado la hora anunciada por Quetzalcóatl?
Se decidió, por lo pronto, a enviar ricos presentes a los recién llegados, y la súplica de que se alejaran.
Y aconteció que Cortés, al recibir regalos tan valiosos, pensó que la opulencia de la capital azteca debía ser enorme. Es decir, que en vez de retirarse, se aferró más a su idea de seguir adelante, espoleado, como nunca, por la ambición.
Con gran maña logró Cortés la amistad de todos los pueblos enemigos de los aztecas, y pudo así llegar hasta la capital del poderoso imperio.
Los españoles admiraron los palacios, las calzadas, los acueductos y los mercados de la gran ciudad.
Se les alojó, por orden de Moctezuma, y con toda clase de comodidades, en el Palacio de Axayácatl.
Los aztecas veían con disgusto a los extranjeros.
Pronto lo notó Cortés, y para su mayor seguridad, ordenó apresar a Moctezuma, lo mismo que al hermano de éste, Cuitláhuac, valeroso príncipe, y a otros nobles.
Con esto aumentó el descontento de los aztecas.
Pero convencido Moctezuma de que era imposible resistir, acabó por someterse y rendir vasallaje al rey de España.
Fuente:Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Tercer
Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 87 – 88.
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Grado. Mi libro Historia y Civismo.
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