No he venido para abolir la Ley y a los Profetas, sino para seguirlos.
Mateo, V-17.
La Luz está en el mundo y el mundo ha sido hecho por ella; pero el mundo no la ha conocido.
Juan I-10.
El advenimiento del Hijo del Hombre será como un relámpago que sale del Oriente y va hacia el Occidente.
Mateo, XXIV-27.
Para casi todos quienes profesan alguna religión que tiene como base medular de sus creencias la figura de Jesucristo, estas dos palabras están firmes y totalmente ligadas y son inseparables, pero para el mundo esotérico esto no es así, existen diversos puntos de vista, no únicamente el oficial católico, sobre la vida de este gran iniciado llamado Jesús.
Y es así como Jesús y Cristo no son la misma persona ni igual concepto, para esto es necesario distinguir de donde provienen estos nombres que, unidos, han dado lugar al llamado Hijo de Dios hecho Hombre y que le da un cambio brusco al concepto religioso monoteísta, ya que, por principio, no es el Dios reconocido como Mesías por los judíos, ni es Dios directamente, sino su hijo hecho hombre, dando nacimiento así, a varias de las religiones cristianas difundidas actualmente por el mundo.
Por esto, es preciso hacer una distinción entre estas dos palabras y qué significan dentro del mundo en general y, concretamente, en el esotérico, ya que así se comprenderá por separado los conceptos Jesús y Cristo, así como lo sustancial de la palabra compuesta.
Jesús.
Para entender en toda su extensión la palabra Jesús, leamos la definición que proporciona Masson Hervé, en su Diccionario Esotérico: “El personaje histórico de Jesús ha merecido diversas interpretaciones de las sectas gnósticas y esotéricas. A veces sólo le reconocen el valor de ‘soporte físico’ del Cristo, en otros casos, es un personaje extraordinario cuyo cuerpo no es de la misma sustancia que la de los hombres ordinarios. Está hecho de materia sutil etérea y no puede sufrir, lo que confiere al sacrificio de la cruz un carácter enteramente simbólico, aunque más bien, Jesús no muere en la cruz. Otros lo entienden como un simple mito solar, sin embargo, el propio Islam dedica al mito de Jesús un sitio primordial. Es para ellos el ‘sello de Amor’, así como Mahoma es el ‘sello de los profetas’ y junto a la tumba del profeta, le está reservado un lugar”.
Cristo.
El Cristo del esoterismo difiere enteramente del de los dogmas religiosos. En la teodicea esotérica, Cristo y Jesús no son inseparables; más aún, no son de la misma persona. El primero, emanación divina por excelencia, Eón, primer nacido, preexiste al segundo. Es co – eterno con el Padre, en tanto que su hijo, igual que el Hijo de la Trinidad cristiana, constituye el prototipo celestial del hombre. Es el Hombre Celeste aquel que sirve de mediador entre el cielo y la tierra.
Su misión eterna consiste en “salvar” a las almas aprisionadas en la materia creada por un Demiurgo rebelde e ignorante. En el Templo, si se manifiesta y toma la forma de Jesús, lo hace en forma voluntaria y transitoria, para llevar la Gnosis (conocimiento) a las almas postergadas.
Pero este descenso del Logos (Dios) no es simple. Está jalonado de mil peripecias. El Salvador debe burlar a las fuerzas hostiles que ocupan el espacio cósmico entre los dominios divinos y la tierra. Recurre a todo tipo de triquiñuelas, adopta la forma más penosa posible, por su pobreza y miseria. De tal modo, los Arcontes (gobernantes) no descubren su venida.
Como Verbo de Dios, Cristo no es creador, sino Reparador, los Bogomiles y ciertas sectas balcánicas creían que Cristo y Samael eran hermanos gemelos. Samael era el mal Demiurgo que, por orgullo, había creado el mundo. Pero el Cristo, apiadado de las criaturas, les había entregado la Luz, reparando incansable las tropelías de su hermano.
En cuanto a la asimilación del Cristo con la figura histórica de Jesús, las opiniones están divididas. Algunos creen que el espíritu de Cristo tomó posesión del cuerpo de Jesús cuando el bautismo de este último en las aguas del Jordán, abandonándolo luego en la Cruz (antes de morir). Para otros, el Cristo eterno ha “penetrado” en el seno de María, encarnándose por sus propios medios en la forma fantástica de Jesús. Su cuerpo había sido fabricado con los elementos sutiles del hipercosmos. Jesús comía y bebía, pero no evacuaba. No sufrió en la Cruz, ni murió jamás; según Basílides, Simón de Cirene ocupó su lugar durante el suplicio. Los judíos burlados y enfurecidos no vieron allí más que fuego.
Algunas sectas estiman que el Cristo – Logos ha encarnado sucesivamente, según se dejaba sentir la necesidad, en Krishna, Buda, Zoroastro, Jesús y Mani. Los místicos musulmanes esperan su regreso, que instaurará el reino del Amor, sancionando la salvación de los creyentes. Más allá de todas estas doctrinas y leyendas, es en tanto que en principio axial, como Mediador entre el mundo celeste y el terreno, como Hombre celestial, en fin, que el rostro de Cristo asume su más formidable aspecto. Aparece, entonces, la Fuerza Universal que sostiene el mundo y le impide precipitarse en el caos abismal. En este sentido, las tradiciones describen el corazón de Cristo como eje o “centro del mundo”.
Jesucristo.
Según la fe cristiana, (es) la segunda persona de la Santísima Trinidad o Hijo de Dios hecho hombre. El nombre de Jesucristo resulta de la unión de Jesús, que significa Salvador, con Cristo, Ungido, nombre griego del Mesías, personaje prometido por los profetas del Antiguo Testamento y ardientemente esperado por los judíos. Según los evangelios, nace de María Virgen en Belén de Judá; aparece públicamente a los 30 años, como Hijo de Dios, que anuncia la buena nueva (es decir, evangeliza), de la llegada del reino de Dios y de la salvación de los que creen en él. Forma un grupo de discípulos que predican este mensaje y continúan su obra; muere en manos de los jefes religiosos de su pueblo y resucita al tercer día, como quien ha vencido a la muerte y salvado a los hombres. Finalmente, a los cuarenta días, sube a los cielos, a la diestra de Dios.
La fe cristiana enseña que Jesucristo es el Mesías esperado, el Hijo de Dios en sentido propio y natural y que, por lo tanto, es verdadero Dios y verdadero Hombre, cuya muerte y resurrección ha traído la salvación al mundo. En los primeros siglos del cristianismo hay muchas discusiones sobre la verdadera naturaleza de Jesucristo, llamadas luchas cristológicas. Los Concilios de Efeso (431) y Calcedonia (451) definen que Jesucristo tiene dos naturalezas, divina y humana, en una sola persona, la del Verbo. La tradición ha distinguido en Cristo las funciones de mediador de la Nueva Alianza, sacerdote, víctima, redentor y salvador.
Fuente:
Los Grandes. Jesús, Editorial Tomo, p. 11 – 18.
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