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La lucha libre es deporte y espectáculo mezclados sobre el cuadrilátero de una arena para dar rienda suelta al asombro y la pasión. Es la única disciplina en que se conjugan elementos míticos y simbólicos para agregar misterio y fascinación sin sacrificar lo esencial de la competencia deportiva. Es por ello que se ha convertido en un fenómeno cultural sin precedentes, poseedor de una estética propia e incluso un lenguaje particular, que lo sitúa como uno de los aspectos más representativos de la mexicanidad.

La eterna lucha entre el bien y el mal constituyen el telón de fondo de este maravilloso deporte – espectáculo. Honradez, lealtad y valentía son los principios que guían a los luchadores técnicos, en quienes descansa la figura mítica del héroe; protector de los desvalidos y defensor de las causas perdidas. En cambio, irreverencia, descaro y cobardía son algunos de los antivalores que caracterizan a los rudos, quienes en cualquier momento, y sin el menor recato, son capaces de cometer las más viles traiciones y marrullerías. Cada función de lucha libre organizada por el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) es, entonces, la representación misma de una batalla épica en que dichas fuerzas se miden para sacar a un solo ganador. Tales eventos son realizados con deportistas profesionales, rigurosamente entrenados desde muy jóvenes, que luchan por vencer a sus oponentes maravillando con sus prodigiosos movimientos al público, que queda “al filo de la butaca”, asombrado de lo que ocurre sobre los encordados. Y es que el respetable (público aficionado) no es un simple testigo ocular de estas acciones, sino que representa, al más puro estilo romano, el juez que dicta la última sentencia con sus alaridos de apoyo o condena. No existe otro deporte en donde los asistentes se involucren de manera tan intensa y, aún así, es donde menos conflictos en la tribuna se observan, hecho que constituye una prueba clara de que la lucha libre de ninguna forma provoca comportamientos agresivos; en cambio, sirve como un espacio de liberación y catarsis emocional. Así se escribió en las páginas de El Universal el 20 de Septiembre de 1933:

La lucha libre es un espectáculo de suma emoción. Un hombre enfrenta sus facultades tanto físicas como mentales contra otro tan astuto, fuerte y valiente como él […] el resultado, un encuentro incomparable y cuando uno de estos luchadores es de los nuestros, se ocasionan emociones… delirios… ¡Eso es lo que es la lucha libre!

La máscara es uno de los elementos más representativos de la lucha libre (por no decir del folclor mexicano), constituye el elemento central de la identidad de muchos luchadores y, por ende, su valor más preciado. Xavier Villaurrutia afirma en su ensayo ‘La estética de la máscara’ (1953): “La máscara principia por agrandar el rostro, duplicando el valor de sus rasgos con la intención de dotarlos con mayor fuerza e imperio”. Detrás de la máscara, se aloja el mito que alude tanto al origen de cada luchador como a las más impresionantes leyendas que lo preceden, siendo su nombre luchístico la condensación de todo ello. Existen gladiadores, también, que prefieren mostrar el rostro desde el inicio de sus carreras, lo cual lleva inevitablemente a tomar en cuenta otro de los elementos fundamentales en el imaginario de la lucha libre mexicana: la cabellera. La voluptuosidad sustituye al misterio con las grandes melenas que algunos luchadores tanto aprecian. Cuando alguien apuesta su máscara o su cabellera implica que ha llegado a un momento cumbre de su trayectoria, ya que se está jugando su propia identidad y/o aquello que lo ha hecho importante y reconocible. El ganador se cubre de gloria y se posiciona (o afianza) en la cumbre, mientras que el perdedor se convierte en la víctima número uno del escarnio público.

No cabe duda que en nuestra vertiginosa época, de enormes avances tecnológicos y una oferta abrumadora de entretenimiento, todos los deportes deben renovarse y ser cada vez más espectaculares. En este sentido, es posible afirmar que la lucha libre del CMLL ha logrado convertirse en el más espectacular de los deportes y el más deportivo de los espectáculos. Lo cual ha conseguido sin perder de vista su origen; esto es, las bases cimentadas por don Salvador Luttheroth González, que se han mantenido bajo una tradición que durante más de 86 años, le ha permitido una de las mejores y la más antigua empresa de lucha libre del mundo.

Fuente:
CMLL – 85 Años. Lucha Libre, Ed. AM Editores, p. 15.







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