Don Salvador Lutteroth González sabía, desde
antes de implantar formalmente la lucha libre en México, que al ser una
disciplina de la que poco se sabía y que mucho menos, se practicaba en nuestro
país, no habría profesionales dedicados a este deporte para nutrir sus
carteles. De modo que las luchas estelares en las primeras funciones estuvieron
principalmente a cargo de luchadores extranjeros y sólo algunos mexicanos
formados en Estados Unidos. Por lo general, las batallas preliminares estaban
conformadas por luchadores amateur o por universitarios con los que, desde un
principio, don Salvador hizo alianza. Poco después, fueron ellos quienes
encabezarían los carteles. Este fue el caso del propio Dientes Hernández (alumno de la Escuela Nacional de Maestros),
quien a la postre tuvo una trayectoria de tres décadas en la lucha libre
mexicana, combinando su labor docente rural con la de luchador profesional; se
caracterizaba por luchar descalzo y, sobre todo, por chiflar mientras ejecutaba
sus castigos.
Los primeros luchadores mexicanos fueron
forjados en el gimnasio de la Facultad de Medicina (ubicada en el antiguo Palacio de la Inquisición), en la Escuela
Nacional de Maestros (la actual
Benemérita Escuela Nacional de Maestros, ubicada en la Delegación Miguel Hidalgo),
en la Escuela de Educación Física y en el Casino de la Policía, este último fue
inaugurado por Francisco I. Madero en 1912. El 30 de Octubre de 1933, con la
ayuda del profesor Gonzalo Avendaño, don Salvador Lutteroth González fundó la
Escuela de Lucha Libre en La Arena México. Para conformar sus filas invitó a
los “universitarios”, quienes meses atrás luchaban en esa arena como
aficionados, así como al público en general.
Para 1935 ya se habían hecho famosos los
“martes de aficionados” en La Arena México, en que, con precios bastante
accesibles, se podía disfrutar de peleas de box y lucha libre con muy buena
calidad. La asistencia del público era a veces incluso mayor que en las
funciones de lucha profesional en La Arena Nacional. El 30 de Julio de 1935, el
general Tirso Hernández, jefe del departamento de Educación Física del D.F.,
repartió medallas a los mejores luchadores y boxeadores amateur. Una lucha de
aquella tarde fue protagonizada por el Sheik Alí – Mar – Allah contra el Loco
Hernández, la cual fue tan buena y agradó tanto al público que volvieron a ser
contratados por don Salvador Lutteroth González para presentarse el siguiente
domingo (4 de Agosto de 1935); a
partir de ahí ambos comenzaron su carrera en la EMLL. Por cierto, el General
Tirso Hernández fue uno de los principales impulsores del deporte en el México
posrevolucionario.
Con el paso del tiempo, la calidad y la fama
de los gladiadores mexicanos ascendieron como la espuma. Tanto así que el
jueves 6 de Julio de 1939 se recibió la visita del presidente de la National
Wrestling Association (NWA), el
Coronel Harry J. Landry, quien era además el tesorero de la National Boxing
Association (NBA). La visita del
Coronel se debía a que en Estados Unidos era muy difundido el rumor de que los
luchadores mexicanos tenían gran renombre y enorme calidad. Por tal motivo,
también vino el luchador norteamericano George Wagner (considerado el mejor luchador extranjero que había pisado nacional en
aquel momento), con la intención de luchar contra los mexicanos para
probarlos. El día de la función especial, Wagner se enfrentó al mejor luchador
nacional, el Charro Aguayo, debido a que este había protagonizado una temporada
casi perfecta en 1939 y ya conocía las técnicas de los luchadores
estadounidenses. La lucha la ganó Aguayo después de un tremendo combate en el
que cada uno defendía alfo más que su propio honor. Ambos estaban ya muy
lastimados en la última caída y fuera del ring se intercambiaban golpes. En
eso, el Charro se detuvo debido al cansancio y Wagner intentó asestarle un
tope, pero no dio en el blanco y terminó cayendo de panzazo en el piso, cosa
que aprovechó Aguayo para levantarlo y aplicarle un azotón en el mismo lugar.
Wagner quedó inmóvil, Aguayo subió al ring, y el réferi contó los 20 segundos
reglamentarios, dándole así la victoria al mexicano. El Cahrro vistió de gloria
a la lucha libre nacional y dejó de manifiesto, ante el Coronel Landry, la gran
calidad de sus exponentes.
Fuente:
CMLL – 85 Años. Lucha Libre, Ed. AM Editores,
p. 37.
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