En el pueblo de San Lucas había un cartero muy simpático. Por las mañanas recogía las ocho o diez cartas que llegaban. Pasaba el resto del día llevándolas a su destino. Primero iba a la casa de la señora Cleo, a la que siempre encontraba preparando el chocolate. A veces le llevaba carta de su hijo Ramón, pero siempre tenía tiempo para sopear un pan dulce en una taza de chocolate.
Cirila lo veía venir con ansiedad:
- ¿Noticias de mi Juanito?
- Hoy no, hoy no.
Siempre tenía un rato para platicar con el barbero y para chulear las flores de doña Margarita. Por las noches Juvencio, que así se llamaba el amistoso cartero, llegaba cansado a su casa. Se dejaba caer en el sillón, se quitaba los zapatos y pensaba:
- ¡Qué bonito es hacer lo que hago: trabajo y cada día tengo más amigos!
Fuente: SEP – Mi Libro de Segundo. Parte 2
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