Dicen que fue Inca Yupanqui quien con suntuosidad edificó la casa del sol en Cuzco, porque antes era muy pequeña y pobre. Un día fue a visitar a su padre, el Inca Viracocha, quien se encontraba en Sacsahuaman, a cinco leguas del Cuzco. Cuando pasó por una fuente llamada Susurpuqio vio caer una barra de cristal dentro de la misma, en la cual se reflejaba la figura de un indio y alrededor de la cabeza le salían tres rayos muy resplandecientes, como si fueran rayos solares. En los brazos llevaba enroscadas culebras de oro y en la cabeza un llautu todo engalanado a la usanza Inca.
En los costados de las piernas se veía una cabeza de león de cada lado. Cuando el Inca Yupanqui vio aquella figura, corrió espantado, pero el bulto de la estatua le llamó por su nombre, desde adentro de la fuente diciéndole:
- ¡Ven acá, no tengas miedo, yo soy el dios del sol y he llegado aquí para brindar a tu pueblo tesoros y sabiduría!
Después de haberle dicho esto, desapareció y sólo quedó el espejo de la fuente. El Inca lo tomó y lo guardó. Desde entonces, vio en él todas las cosas que quería.
Cuando se convirtió en el gran señor de su pueblo, mandó edificar una estatua del dios del Sol, tal como la vio reflejada en la fuente.
Fuente: Nélida Galván Macías – Mitología de América para niños.
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