Morelos avanzó hacia Valladolid. Derrotado, sus tropas tuvieron que retirarse, y en Puruarán, Mariano Matamoros cayó prisionero. Los realistas lo fusilaron.
El ejército del virrey reconquistó en seguida las ciudades de Oaxaca y Acapulco, y persiguió a Hermenegildo Galeana, que fue derrotado y muerto en Coyuca.
El fusilamiento de Matamoros y la muerte de Galeana afectaron de tal modo a Morelos, que se le oyó exclamar: “Se acabaron mis brazos, ya no soy nada”; tanto así estimaba la capacidad y el valor de aquellos dos patriotas.
El Congreso, escoltado por Morelos y perseguido por los españoles, se dirigía a Tehuacán cuando fue atacado por las tropas realistas. Morelos presentó combate en Tesmalaca, y allí cayó prisionero. Conducido a la Ciudad de México, la Inquisición lo juzgó y degradó conforme a las leyes eclesiásticas. Después se le abrió proceso militar y se le condenó a muerte.
Morelos fue fusilado en San Cristóbal Ecatepec el 22 de Diciembre de 1815. A punto de recibir las balas que lo dejarían sin vida, exclamó: “Morir es nada cuando por la Patria se muere”, y así perdió México a uno de sus hombres más grandes. Sus últimas palabras serán siempre, para todos los mexicanos, una de las más perfectas lecciones de amor a la Patria.
Fuente:Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Cuarto Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 62.
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