Después llegaron los dominicos, es decir, los religiosos que pertenecían a la orden de Santo Domingo. Uno de ellos fue fray Bartolomé de las Casas.
Posteriormente vinieron los agustinos y los jesuitas. Estos últimos se dedicaron principalmente a educar a los jóvenes de las clases acomodadas de las ciudades y a los indios del Norte y del Noroeste.
Los misioneros estudiaron las lenguas aborígenes para poder hablar con los indios y enseñarles la doctrina cristiana, la lengua castellana y diversos oficios y artes. Los indígenas, casi siempre, encontraron en los misioneros amorosa protección contra los encomenderos españoles y criollos; y así fue como los religiosos conquistaron el respeto y el cariño de los indios. Los ayudó en esto su paciencia y su constancia infatigable.
Muchos templos, conventos y hospitales se edificaron gracias al impulso de los misioneros, que dedicaban a sus patronos las obras construidas: a San Francisco, los franciscanos; a Santo Domingo, los dominicos; a San Agustín, los agustinos; a San Ignacio, los jesuitas. Algunos de aquellos templos eran humildes, toscos y fuertes; otros, de gran belleza, son verdaderas maravillas por el delicado trabajo de sus fachadas, de sus interiores y de sus altares.
Fuente:Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo. Cuarto Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 38 – 39.
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