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La china poblana

En 1907 había una calle con el nombre de las Chinitas, allí vivió Mirnha. Los viejos cronistas cuentan que en 1609 nació en la ciudad de Indra Prastha una princesa llamada Mirnha, de origen mongolés de la India Oriental. Cuando huyeron los turcos, llegaron a la costa, donde estaban los portugueses que se dedicaban al tráfico de esclavos. Mirnha era de piel blanca, cabellos claros, frente amplia, ojos alegres, nariz delineada y elegante andar. Un día, la princesa al pasear por la playa, con su hermano menor, fue hecha prisionera y la llevaron a Cochín, y después la enviaron a Manila, en las islas filipinas. El marqués de Gálvez, en aquel entonces virrey de México, le encomendó al gobernador de Manila que comprara esclavas bonitas y con gracia para el ministerio de su palacio. El gober­nador quiso comprar a Mirnha, pero el mercader ya tenía un encargo anterior del capitán Miguel de Sosa y de su esposa, doña Margarita de Chávez. Entonces "La chinita" fue discretamente embarcada hacia la Nueva España en 1620, para entregarla al matrimonio que la recibió en México. En el siglo XVII arribó al puerto de Acapulco, en la Nao de China. La esclava oriental vestía de una manera muy rara: llevaba una camisa de hermosos bordados, un zagalejo de esplendorosos colores, con lentejuelas, unas chancletas de seda y largas trenzas.

Era la primera ocasión que una mujer de rasgos orientales llegaba a Acapulco y se preguntaba la gente cómo había llega­do a México esta "China", llamándola así inmediatamente, sin tomar en cuenta su origen hindú. Sus dueños la bautizaron en la iglesia del Santo Ángel de Analco, con el nombre de Catarina de San Juan. Fue educada cristianamente y más que sirvienta, todos la vieron como miembro de la familia Sosa. Se casó con un esclavo de origen chino, Domingo Suárez, con el cual se negó a hacer vida marital. Con sus padres adoptivos seguía luciendo sus raros ropajes, y combinando éstos con los indígenas, fue como nació el traje típico de la China Poblana, como dio en llamarle la gente, cuando por fin ingresó al convento de Santa Catalina, en donde logró fama de santa. En la Iglesia de la Compañía, en Puebla, cerca del muro que comunica el presbiterio con la sacristía, hay empotrada en la pared una lápida que señala el lugar donde fueron enterrados los restos mortales de Catarina de San Juan. Respecto al vestido de la china poblana se conocen legendarias historias. Catarina de San Juan siempre se vestía con trajes parecidos a los de la actual "China Poblana", y con esto se identificaba con las indias de la región y a su vez recordaba sus trajes orientales. Recordando sus atuendos cortesanos, la princesa hace una copia del enredo, el cual confeccionó con dos piezas de tela de tonos contrastados, convirtiéndolo en la falda europea, amplia y con los bajos en picos, bordada de lentejuelas y chaquira. El huipil, en la camisa española también bordada. La faja o chincuete en el rebozo suelto, sobre los hombros y los brazos. Los colores verde, blanco y rojo se tomaron más tarde de la Bandera Nacional, cuando México alcanzó su inde­pendencia en el siglo XIX. Más que oriental, el traje de China Poblana es "mestizomexicano" y se nota claramente la fusión de las culturas indígena y española, que cuajó en multitud de obras de gran belleza. El atuendo tradicional de la "China Poblana" se compone de rebozo, blusa zagalejo y zapatillas. El rebozo llamado de bolita en colores palomo y coyote, es el más apropiado. La blusa lleva bordados de chaquira en vivos colores y es de manga corta. El castor, o sea la falda, se compone de dos secciones: la superior, de unos 25 cm aproximadamente, ya sea de percal o de seda verde, de igual matiz que la pretina. La inferior de bordados realizados en lentejuela y chaquira en forma de flores, aves y mariposas multicolores. El peinado de dos trenzas, con raya en medio, adornado con moños de listón de los mismos colores del ceñidor. Lleva arracadas o zarcillos; en el cuello, gargantilla de corales. Algunas veces se usa con sombrero jarano, discretamente adornado con barbiquejo de gamuza o de cinta de popotillo. Las zapatillas son forradas en seda verde o roja. Se considera que la leyenda de la "China Poblana" es sólo una leyenda. Pero tradicionalmente el traje sigue siendo usado por las mujeres mexicanas.

Si bien es cierto que en lo que se refiere al traje de rojo castor, brillante lentejuela, en que se cobija la tradición de esta princesa, entendemos que su origen oriental fue sustituido lentamente por la influencia de las costumbres y modas españolas y con las evoluciones propias de carácter étnico verificadas a través de los tiempos, ha llegado hasta nuestros días soportando otras influencias extrañas de distinta naturaleza, y aunque al rebozo que completa tan vistoso atavío se le ha querido dar un origen hispano, no podríamos estar de acuerdo en ello, puesto que el autor de Mena ha demostrado lo contrario. En lo que se refiere a la vistosa camisa bordada de chaquira de colores, ciertamente más tiene de oriental según lo asegura el señor Payno, que de hispano; pero tales sutilezas no han bastado para borrar los mágicos perfiles de la tradición que se aferra a la certidumbre de hechos que, narrados de uno o de otro modo con todos los pecados de ingenuidad de que se le acusa, no ha dejado de tener el personaje, una existencia real.

 


Fuente:
Ediciones Leyenda – México y sus leyendas. Compilación, p. 65 – 67.

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