A la muerte de Cuitláhuac ocupó el trono azteca Cuauhtémoc, joven sobrino de Moctezuma que se había distinguido en los combates librados hasta allí, y que desde luego continuó los preparativos para la lucha contra los invasores.
El sitio de la capital azteca fue terrible.
Los españoles y sus aliados, no obstante la superioridad de su número, sufrieron varios derrotas parciales. El propio Cortés, prisionero varias veces, tuvo que ser, otras tantas, liberado por sus tropas.
A las diez semanas de aquella tremenda lucha, Tenochtitlán presentaba un aspecto espantoso: incendiadas las casas; destruidos los templos; horribles los canales por la cantidad de cadáveres de indios, de españoles, de caballos.
Transcurridos así ochenta días, Cuauhtémoc comprendió que toda aquella resistencia era imposible y trató de salir de la ciudad en una canoa, pero fue hecho prisionero y conducido ante Cortés.
“He hecho cuanto pude – le dijo – en defensa de mi ciudad; pero incapaz de seguir adelante, puesto que preso y por la fuerza me traen hasta ti, toma ese puñal que traes al cinto y mátame”.
La heroica ciudad de Tenochtitlán cayó definitivamente en poder de los españoles el 13 de Agosto de 1521.
A Cuauhtémoc se le atormentó para que revelase el lugar donde estaban ocultos los tesoros de sus antepasados, los reyes aztecas. Él resistió heroicamente el suplicio.
Fuente:
Generación 1960. Mi libro Historia y Civismo.
Tercer Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 95.
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