La Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL) creada por don Salvador Lutteroth González significó, en un principio, la oportunidad para que algunos gladiadores internacionales de muy alta calidad, que habían sido bloqueados de las funciones en sus países de origen, pudieran continuar su carrera. Con el tiempo, también se convirtió en una opción laboral para gente de nuestro país, puesto que Lutteroth González planteó desde un principio que la lucha libre se conformara esencialmente de elementos mexicanos. Por tal motivo, poco tiempo después de implantar este deporte en México, él mismo fundaría la Escuela de lucha libre en la antigua Arena México.
Todo quedaba listo para la primera función de lucha libre organizada por la EMLL en México. La edición del periódico La Afición del 21 de Septiembre de 1933, en la sección Comentarios de Fray Nano, señaló: “A menos que suceda algo inesperado, esta noche principiará la temporada de lucha libre en La Arena México, antes Modelo”. En la lucha estelar se presentaron Yaqui Joe (un luchador sonorense, Campeón Mundial de Peso Ligero, que estaba realizando una estupenda temporada en Estados Unidos), contra el californiano, excampeón de la marina, Bobby Sampson. En la semifinal, el Chino Achiu enfrentó a Ciclón Mackey. La función la disfrutaron todos los asistentes que no pararon de vitorear al luchador sonorense, quien, por cierto, salió de la función con los brazos en alto en señal de victoria. Asimismo, el luchador del lejano oriente venció a base de cabezazos al irlandés. En las luchas preliminares, Torres Fernández (quien también fuera conocido como Flammarión) venció a Jorge Pavia, y Antonio Rubio derrotó a Jesús Carrillo.
Para la siguiente función, don Salvador programó en la lucha estelar a los vencedores de la función inaugural y a los vencidos en la lucha semifinal. Todo aquello fue un rotundo éxito, Yaqui Joe venció al Chino Achiu, y así, el sonorense culminaba su primera gira por la capital de la República, para después irse a cumplir unos compromisos de funciones que tenía pactadas en Estados Unidos. Las casi 5,000 localidades de La Arena México se habían abarrotado. Para abrir esta función estuvieron Porfirio Becerril, quien le ganó a Gabriel Urriarte, y Mario Nuñez, quien empató con Dientes Hernández; todos ellos, alumnos del profesor Gil Larrea.
Fue entonces cuando los empresarios de box de La Arena Nacional buscaron a don Salvador para negociar con él y llevar a cabo las funciones en su recinto. El 30 de Septiembre de 1933, el diario La Afición adelantaba la noticia de la incorporación de nuevas funciones los domingos en La Arena México, dejando las funciones estelares de los jueves en La Arena Nacional. El jueves 5 de Octubre, el joven empresario Lutteroth cambiaría el escenario de su sensacional espectáculo de lucha libre a La Arena Nacional, manteniendo los mismos precios, pero con el beneficio de que en La Arena Nacional cabían 2,000 aficionados más. Para este encuentro don Salvador contrató al bajacaliforniano Luis de la Torre y al luchador japonés Taro Sato.
A poco más de un mes de la primera función de lucha libre, Mike Corona decidió abandonar la sociedad para formar otra alianza con un empresario de apellido Loyo y organizar funciones por su cuenta, teniendo como base principal el Teatro Iris. Para finales de ese año, las luchas en aquel recinto habían ganado cierto renombre, presentando luchadores de la empresa de Don Salvador combinándolos con elementos forjados en el Teatro Iris. La rivalidad entre ambas empresas se había desatado y para el viernes 27 de Diciembre de 1933 se programó un torneo en La Arena Nacional con el propósito de que la gente corroborara, tras el resultado de las luchas, qué empresa tenía a los mejores luchadores. Al final, la primera batalla se fue para los empresarios Corona – Loyo; sin embargo, la victoria final quedó para la dupla Lutteroth – Ahumada.
Para mediados de 1934, las finanzas de la nueva empresa de lucha libre no estaban en su mejor momento. En muchos de los eventos donde se presentaban luchadores extranjeros, los ingresos en taquilla no alcanzaban siquiera para pagar los viáticos de los mismos. Inclusive, hubo ocasiones en las que, para poder cumplir sus compromisos con los luchadores y proveedores, don Salvador se vio obligado a hacer varios viajes a la casa de empeño y pignorar cuanta cosa de valor tenía disponible. Tampoco tuvo la oportunidad de arreglar su propio recinto como él quería. A propósito de ello, don Salvador contaba que cierta ocasión el exsecretario de Hacienda, el Ing. Alberto J. Pani, estaba disfrutando de un evento de lucha libre en La Arena México y una lluvia se dejó caer formando una gran bolsa de agua en el techo, la cual terminó bañando por completo al honorable e infortunado caballero.
Como si estuviera escrito en su destino, don Salvador Lutteroth González compró un billete de lotería en el expendio de Bolívar #35 a la señora Martina Leal de Vázquez, el cual se sortearía el mismo día en que su empresa cumplía un año de vida. Tras el sorteo, don Salvador quedó sorprendido al escuchar que el boleto 4242/1507 era el número ganador del premio mayor, del cual había adquirido cuatro vigésimos, haciéndolo acreedor de un total de 40 mil pesos. Ese dinero le dio un respiro a la empresa, permitiéndole remodelar La Arena México; las cosas comenzaban a cambiar al tiempo que la lucha libre entraba notoriamente e el gusto de la población.
Muy pronto los casi cinco mil lugares de La Arena México y la capacidad de La Arena Nacional fueron insuficientes para albergar las numerosas audiencias que asistían a ver las funciones. A eso hay que agregar un incendio que terminó con La Arena Nacional en 1937, motivo por el cual se tuvo que pensar en una solución al problema de la falta de espacio para los asistentes, dado el rotundo éxito de estas funciones. La noticia del incendio en La Arena Nacional resonó por todo el Distrito Federal. El periódico La Prensa del 7 de Febrero de 1937 señala:
Espantosa conflagración hoy en la madrugada. La Arena Nacional fue totalmente destruida por un espantoso incendio//Una espantosa conflagración, quizá la más terrible que se haya registrado en esta capital, ocurrió en las primeras horas de la madrugada de hoy, partiendo el fuego de La Arena Nacional, a la una y diez minutos en punto, y propagándose el incendio con aterradora velocidad por todo el edificio, compuesto en su mayor parte de madera, que fue fácil presa del voraz elemento que amenazó con destruir toda una manzana que comprende las calles de Iturbide, Artículo 123, Bucareli y la Av. Juárez.
Al lugar del incendio llegaron los peritos a indagar las causas que lo provocaron y después de evaluar todas las evidencias concluyeron que se trataba de una tragedia provocada por algún malintencionado que regó líquido inflamable en varias zonas de la arena para prenderle posteriormente un cerillo. El saldo en pérdidas se elevó a los $430,000 pesos, afectando a los miles de aficionados que semana tras semana asistían a esa arena y dejando sin medios de subsistencia a casi 400 personas que dependían de las peleas profesionales de box, así como a las más de 150 personas que se alimentaban gracias a la lucha libre. Toda esta gente quedó prácticamente en la calle a consecuencia del desastre, algo que quedó patente con la irónica exclamación del empresario de negocios Jimmy Fitten ante la tragedia: ¡Mis diecisiete años de trabajo han quedado destruidos en diecisiete minutos! (Excélsior, 8 de Febrero de 1937).
Fuente:
CMLL – 85 Años. Lucha Libre, Ed. AM Editores, p. 28 – 35.
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