Pese a que las autoridades virreinales, representantes del rey de España, habían perdido fuerza y prestigio, la vida en los pueblos y ciudades de México, durante los 11 años que duró la guerra de Independencia, siguió regida por las costumbres y tradiciones españolas.
Sin embargo, no se puede negar que aquéllas competían con las modas europeas, principalmente francesas, que llegaban a nuestro país traídas por los españoles a raíz de que en España comenzó a gobernar Felipe V, de la dinastía de los Borbón, reyes de origen francés.
Durante el desarrollo de la guerra de Independencia la situación se tornó difícil. Había escasez y lo poco que existía no se podía comprar. La gente no tenía dinero, porque no había metales suficientes para acuñar monedas de oro y plata. Aún no se usaba, como hoy, lo que se llama papel moneda; por eso, con poco dinero se compraba mucho, porque el dinero tenía gran valor. No obstante la guerra, se siguió con la construcción del Palacio de Minería, edificio destinado a enseñar las últimas técnicas para la extracción de metales preciosos como el oro y la plata, que tanto abundaron en la Nueva España.
La ciudad de México era pequeña, no tenía las dimensiones colosales que hoy nos asombran, donde los transportes como el tren subterráneo (Metro) nos permite la comunicación con cualquier puntos en unos cuantos minutos. En esa época, existía la arriería como un oficio practicado generalmente por jóvenes, quienes alquilaban sus recuas de mulas o sus caballos para transportar personas y mercancías por veredas y caminos que llevaban a la ciudad. Era muy común ver por las calles a estos grupos de animales guiados por sus amos.
Hay que recordar que no había telégrafos, teléfonos o trenes que llevasen rápidamente de un lugar a otro las noticias.
Las noticias de los combates insurgentes se propagaban de viva voz, de una persona a otra, y a veces las noticias verdaderas se mezclaban con rumores que deformaban la realidad.
Los periódicos de la ciudad estaban controlados y muy pocos incluían servicios informativos. Eran pequeñas hojas volantes que se vendían en las calles cercanas al Zócalo, y eran más bien obras satíricas, jocosas y burlescas donde personajes populares recreaban en graciosos diálogos los acontecimientos del momento o situaciones comunes. Uno de los autores de estos periódicos fue José Joaquín Fernández de Lizardi; su creación: ‘El Pensador Mexicano’.
Fuente: Supertareas 4, Fernández Editores.
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