La sacerdotisa y partera auguró que el futuro del recién nacido sería amargo; los dioses así lo habían escrito, era su designio. Y era evidente: ese día se registró un eclipse, símbolo de mala suerte. Enterraron el cordón umbilical en el campo de batalla, en señal de su profesión de guerrero, como era la tradición de los antepasados. Había nacido el que sería el último emperador azteca. Cuauhtémoc, “águila del crepúsculo”.
Era hijo de Ahuízotl y de una princesa tlatelolca; fue nombrado, primeramente gran señor de Tlatelolco, tiempo después fue el emperador azteca que combatiera valientemente ante los españoles y que éstos le tomaran preso junto con el señor Tlacopan, para que confesara dónde ocultaba los tesoros mexicas.
Al caer Tlatelolco, último reducto mexica, en poder de Hernán Cortés, culminaron 75 días de asedio por parte de las fuerzas peninsulares y de sus aliados indígenas, formados por tributarios de Tenochtitlán que, en alianza efímera con los españoles, tomaban venganza en contra de quienes los habían explotado.
Ni Cuauhtémoc ni Tlacopan confesaron, con todo y que los conquistadores se valieron de la tortura; les ataron brazos y piernas y les quemaron las plantas de los pies.
De ese triste suceso se desprende una irónica frase: “¿Acaso crees tú, que estoy yo en un lecho de rosas?”… dicen que respondió el gran emperador luego de que Tlacopan se quejara: “Señor… ¡ya no puedo más!”
Cuauhtémoc, en un gesto revelador señala el puñal de Cortés y le dice: “Señor Malinche, ya he hecho lo que estoy obligado en defensa de mi ciudad, y no puedo más, soy preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cintura y mátame luego con él”. Lo que el joven tlatoani quería que comprendieran sus captores, era que, al ser prisionero de guerra, debía morir sacrificado conforme a la costumbre indígena, para que, como guerrero, pudiera acompañar al Sol.
No pide perdón, pide la muerte digna del guerrero. Pero Cortés no entiende esto… lo perdona. El joven prisionero deseaba más profundamente la muerte que la existencia a la que se le condenaba.
Luego de eso, Cortés se dirigió hacia tierras del sur llevando consigo al emperador Cuauhtémoc, ya en el viaje lo acusó de conspiración y lo ahorcó.
Fuente: Nélida Galván – Mitología Mexicana para niños.
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